Setenta años han transcurrido
desde aquel día. Cuando los aliados llegaron, no podían dar crédito a lo que veían.
Aquello era un infierno, un espacio poblado por cadáveres y cuerpos que
asemejaban fantasmas. Aún hay sobrevivientes de aquel horror. Gentes que tienen
aún el coraje para pararse frente a un micrófono y una cámara y narrar lo
ocurrido. Pero para los familiares de aquellos seres humanos que fueron
secuestrados y masacrados, no hay cómo penetrar en la selva de espantos y
olvidar. De hecho, no quieren olvidar, porque hacerlo sería traicionar,
masacrar de nuevo.
He leído casi todo lo que se ha
escrito sobre el tema. He visto una y otra vez muchas películas, series,
documentales. Y sigue sin caberme en la mente cómo es posible que la humanidad
haya sido capaz de semejante falta de humanidad. Auschwitz fue sólo uno de los
muchos campos de concentración y exterminio instrumentados no sólo para llegar
a la “solución final”, que perseguía la extinción, el exterminio, la
desaparición total de aquellos a quienes unos salvajes con poder clasificaron
como “indeseables” y por lo tanto “prescindibles”, sino para hacerse de
millones en activos.
Amersfoot, Arbeitsdorf,
Auschwitz, Belzec, Bergen Belsen, Bredtveit, Breendonck, Buchenwald, Budzyn,
Chelmno, Dachau, Drancy, Dora Mittelbau, Esterwegen, Flossenbuerg, Grini, Gross
Rosen, Gurs, Gusen, Horseroed, Janowska, Jasenovac, Kaiserwald, Koldichevo,
Lagedi, Majdanek, Maly Trostinek,Mauthausen,Natzweiler, Neuengamme,
Niederhagen, Ninth Fort, Ohrdruf, Ommen, Oranienburg, Panieriai, Plaszow,
Poniatowa, Ravensbrück, Rawa, Rivesaltes,Sachsenhausen, Schabatz, Schimeck,
Sered, Sobibor, Stutthof, Theresienstadt, Treblinka,Vaivara, Vernet, Vught,
Westerbork, Woebbelin,Zamość. Sí, los listo en orden alfabético, con el único
propósito de que nos entre en la memoria que semejante barbarie no fue algo
menor, eventual, casual. Fue una estrategia extremadamente eficiente. Calculada
hasta en el más mínimo detalle. Antes de decidir el exterminio, a los
secuestrados “legalmente” (sí, había leyes que avalaban todo lo sucedido) se
les obligó a trabajos forzados y fueron sometidos a todo tipo de violaciones y
humillaciones.
Aquello fue un muy lucrativo
negocio. Eso lo hace todavía grave. En esos espacios del terror hubo
ahogamientos masivos, asesinatos colectivos en camiones con sus partes de atrás
herméticas para asfixiar a los reos, en cámaras de gas y en cámaras cuyo suelo
metálico era electrificado.
También era práctica usual la
matanza de prisioneros por ahorca, estrangulación, empalamiento, garrote vil y
despeñamiento. Hubo muertes por fuego provocado o bombas lanzadas en recintos
que eran cerrados a cal y canto con gente adentro. Mataron seres humanos
desnudándolos, mojándolos con agua helada y atándolos a árboles en el crudo
invierno. A muchos de esos los cortaban para que el olor de su sangre atrajera
animales cuya piel era apreciada y cotizada. Asesinaron gente a latigazos,
balazos, martillazos y de hambre y sed. Miles murieron en fusilamientos
masivos. Cientos fueron utilizados como conejillos de Indias para experimentos
físicos, genéticos y psicológicos brutales, inhumanos y degradantes. La lista
de torturas fue interminable. Antes de desechar o carbonizar los cuerpos, les
arrancaban los dientes de oro. No les bastó con saquear sus pertenencias y
echarlos de sus casas. Baste leer los legajos de los juicios de Nuremberg.
Judíos, comunistas, gitanos,
negros, personas con cualquier tipo de discapacidad. Por años se habló de seis
millones. Hoy se cuenta con claros indicios de que fueron más, muchos más. En
pleno siglo XX, muchos más millones miraron para otro lado mientras esto
ocurría. Esa indiferencia potenció el horror. Han pasado siete décadas desde la
liberación de Auschwitz. El dolor está en carne viva. Intacto.
Por: Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
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