De la identidad a la
independencia. La independencia no es el hecho que inicia la formación de una
identidad venezolana, afirma el historiador, es la existencia o el nacimiento
de una identidad venezolana lo que va dando forma y hace emerger el proceso
independentista venezolano.
“La independencia ocurre siempre
y cuando ocurra antes un proceso de identidad, un fenómeno identitario. Si
nosotros no nos sentimos venezolanos, no vamos a hacer la independencia. Esto
no es un problema de pensamiento sino de sentimiento”, señala.
Para explicar la formación de ese
sentimiento de identidad necesario para buscar la independencia, el historiador
acude al pensamiento de Leopoldo Zea, filósofo mexicano que al hablar de las
distintas independencias de naciones latinoamericanas, desarrolló el concepto
de “Orgullo Telúrico”; noción a través de la cual explicó que el habitante de
estas tierras, antes de los procesos independentistas, empezó a sentirse dueño
real de ellas, y por tanto, presuroso, acogió la empresa de liberarlas para
dominarlas.
El Orgullo Telúrico, resalta
Elías Pino, es el proceso que enciende la llama desencadenante del proceso de
emancipación de Venezuela. “Al sentirse varón y señor de la tierra, es decir,
cuando ya me diferencio del metropolitano, construyo una frase que se repite
mucho en la Venezuela del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX: Somos
americanos y no gachupines, es decir, no nos parecemos a los españoles, somos
distintos. Cuando ya te abriga ese sentimiento de pertenencia, vas a hacer la
revolución, es decir, vas a hacer la independencia”.
Sin embargo, cuando se habla de
este nuevo sentido de pertenencia por la tierra, de identidad naciente, no se
puede generalizar a todos los estratos y aspectos de la sociedad venezolana,
porque la independencia es impulsada por un sentido de pertenencia, pero
pertenencia de aquellos que en la estructura social colonial tenían la
capacidad de poseer tierras, entre otros privilegios sociales. “La identidad es
un fenómeno propio de aquella época histórica de Hispanoamérica, propio de las
élites –resalta Pino Iturrieta–. Cuando las élites se identifican con su
propiedad, con su tierra, con sus intereses, son capaces de tirar los dados en
la ruleta de la independencia”.
El sentimiento de pertenencia;
esa identidad venezolana que se fue formando durante la segunda parte del siglo
XVIII, abrió las puertas al pensamiento de la ilustración, a las ideas
modernas, apropiándose de ellas para sentar las bases y fundar la nueva
República.
“Estamos hablando de la identidad
como un sentimiento. Es el abono que permite la entrada del pensamiento y el
ajuste o adecuación de ese pensamiento moderno a sus necesidades, a sus
prioridades; entonces llegamos a los sucesos de 1810, que no se producen para
buscar una identidad, sino para afirmar la que ya existía y para convertirla en
realidad. Es un proyecto político que nace de la previa existencia de esa
identidad”, afirma.
En ese mismo sentido, el año de
la declaración de independencia sólo sienta las bases de la creación de la
República, puesto que su construcción se entiende en términos progresivos, en
la medida en que la nueva situación, el nuevo orden estructural del país, iba
integrando, a través del discurso y otras formas, esa gran parte de la sociedad
que no compartía con las élites iniciadores y responsables de la gesta
emancipadora, el mismo sentido de pertenencia e ideas de organización.
La República. Moral y Luces. Para
Elías Pino, el proceso de independencia no debe ser menospreciado, puesto que
significa la ruptura que da origen a Venezuela, dado que las concepciones de
gobierno establecidas durante trescientos años de colonia dejaron de privar. La
idea de monarquía y del derecho divino del rey se sustituyen por ideas de
república y de soberanía.
Adicionalmente los cambios
sufridos en la raíz estructural del país tuvieron consecuencias en la vida
social, porque “esta ruptura de los hechos, es la ruptura de los espacios
estamentales. En la colonia cada quien vive en su lugar; el pardo vive con los
pardos y no puede vivir con los indios ni con los blancos. Eso se rompe por
completo, los pardos cogen calle y a ese pueblo que coge calle hay que cuidarlo
o hay que controlarlo. Y ¿por qué se le temía a ese pueblo? Porque nunca había
actuado como estaba actuando ahora. Esa es la ruptura”.
Esa nueva realidad es el ambiente
en el cual los dirigentes de la independencia inician, más allá de las
estructuras ya creadas, la formación de la República en el nuevo orden
existente, donde se intenta desde las élites, sumado al sentido de pertenencia,
llevar los conceptos modernos de la Ilustración a esos grandes grupos sociales
desconocedores de la forma de organización republicana.
Moral y Luces son nuestras
primeras necesidades. “Cuando Bolívar dice eso, ¿qué nos quiere decir? Tenemos
que darles morales, darles luces. ¿Quiénes? Nosotros, los grandes maestros, las
instituciones, los tutores de estos muchachos que son muy buenos, pero son
jóvenes e inexpertos. Vamos a dárselas y llegará el momento en que puedan
manejarse en libertad e igualdad, pero de momento por su inexperiencia, por su
falta de familiaridad con la realidad republicana, tenemos que mantenerlos
dentro del corral y dárselas poco a poco”.
El historiador resalta que, más
allá de enjuiciar en la actualidad estas sentencias con los conceptos de
justicia, igualdad y libertad manejados en el siglo XXI, se debe entender que
no son equiparables con el manejo y uso de esos conceptos en el siglo XIX,
cuando eran esgrimidos por personas formadas en una sociedad colonial de
castas, por lo cual entendían hacer la independencia “no para que ellos sean
mis pares, sino para que ellos se incorporen bajo mi tutela”.
Anti republicanismo. Para el
historiador, tras conseguir la independencia, el trabajo pendiente en Venezuela
sigue siendo crear la República, pero adaptada a nuestras realidades, a nuestra
actualidad como país y a la del mundo; sin embargo, hay factores en la historia
que han impedido la consolidación de un estado y una sociedad republicanos.
Un factor que Iturrieta considera
dentro de esta concepción anti republicana es el personalismo, repetido en
distintas ocasiones a través de la historia nacional. Un personalismo que
principalmente nace como producto de la ruptura con el estado monárquico, esa
ruptura dada con el estado colonial luego de la emancipación de Venezuela.
“Bolívar es la encarnación del
personalismo, Páez la encarnación del personalismo, los hombres de armas son la
encarnación del personalismo, la aparición de liderazgos regionales son
vinculadas con los personalismos”. Y este personalismo no se encuentra
únicamente en los actores históricos de la independencia. Se extiende en el
tiempo, acercándose a nuestras épocas, pasando por figuras como Guzmán Blanco,
como Gómez, como Pérez Jiménez. Personalismos como estos, a pesar del discurso
republicano que entonaban, forman parte de estos factores que niegan la
República.
Pino Iturrieta sostiene que en la
etapa democrática el factor antirrepublicano existe igualmente en las
estructuras gubernamentales que dirigen las riendas del estado venezolano. No
obstante, los personalismos se ven transformados en partidismos, desvirtuando
de igual forma la naturaleza del estado republicano mismo.
País archipiélago. Otro factor
referido por el historiador son las condiciones geográficas del territorio
nacional, las cuales impidieron, durante muchos años, la consolidación de la
República, sobre todo por la falta de infraestructura y vías de comunicación
para conectar el país. Estas dificultades imposibilitaron comunicar un mensaje
homogéneo, provocando un país archipiélago donde se forman, progresivamente,
ínsulas o penínsulas de anti república, que no permiten la planificación de un
proyecto de país republicano, ocasionando que el discurso independentista se
desconectara paulatinamente de la realidad del país.
El nacimiento de espacios
alejados del orden republicano fue ocasionado también por ser Venezuela un país
pobre, condición que empieza a cambiar con la aparición del petróleo; pero a
pesar del surgimiento de la Venezuela de recursos petroleros, el país no logró
construir la sociedad republicana, puesto que: “Cuando hay dinero, el dinero no
se usa para subsanar esas falencias de anti republicanismo y de
antiliberalismo, sino para profundizar la anti república y para convertirse en
(Estado) donador de favores o en administrador de castigos, es decir, para
seguir castrándote como republicano”.
Estos factores, concluyó Pino
Iturrieta, ayudaron a la no formación de ciudadanos, los cuales son la materia
prima de la República. Ese ciudadano que se fundamenta en el orden y en el
compromiso por el bien común, es requerido, exigido y necesitado por la
República.
Refrescar la independencia.
Buscando caminos en el inmenso horizonte, Pino destaca la importancia que debe
tener para nosotros, y para el desarrollo del país, mirar cada cierto tiempo
hacia la independencia, pero no para repetirla, sino para refrescarla; para
ajustarla a nuestras vivencias y preocupaciones, reviviendo todo aquello
planteado en papel, en el credo de nuestra fundación, para intentar convertirlo
en realidad, ya que la independencia nos legó el más importante tesoro de la
nación, el credo republicano, y desde entonces en nuestra sociedad nadie ha
jurado ni negado ese credo.
Resaltó, igualmente, que no se
debe intentar calcar el ideario de Bolívar, y recordando a la escritora Ana
Teresa Torres en La Herencia de la Tribu, explica cómo el imaginario heroico,
bélico, romántico, el de las batallas de nuestra independencia, estorba en la
formación de un mejor país, porque es necesario entender que la obligación no
es la independencia, sino la República.
Por eso, refiriéndose al ideal
heroico que ha plagado nuestra historia nacional, el historiador señaló que:
“La solución no está allí, la solución está en nuestros días, pero partiendo de
un credo, del credo republicano, que es el que importa como obra y como
herencia de la independencia”.
Por José Useche Y Ricardo
Zambrano
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