Hace casi medio siglo mi querido
primo, Guillermo Machado Mendoza, junto a otros amigos, decidió crear la
Fundación Científica Los Roques. A sus 90 años observa la destrucción de su
obra y a pesar de ello, mira hacia adelante y busca un nuevo proyecto. Aquella
iniciativa se sumó a otras acciones del sector privado, como la Sociedad
Venezolana de Ciencias Naturales, la Fundación La Salle o Audubon de Venezuela;
los hatos que colocaron sus instalaciones a disposición de estudiantes y
naturalistas que estudiaron la biología de los venados, caimanes, sabanas,
peces, tortugas o chigüires, la Sociedad de Espeleología, la colección
ornitológica Phelps, varias ONG sensibles a los temas ambientales, las
exploraciones en Guayana, el Museo del Mar en Margarita, los amigos del Jardín
Botánico, amantes de orquídeas y bromelias y muchos otros. Falta espacio para
mencionarlos a todos.
Sin embargo es justo indicar que aún existen empresas e
individuos que creen y, por consiguiente, apoyan la investigación científica y
acciones destinadas a cosas como la preservación del ambiente, el
financiamiento de proyectos, aportes a instituciones educativas, estudios sobre
nutrición, fondos para investigar enfermedades u otorgamiento de distinciones a
los científicos venezolanos.
Esas iniciativas privadas eran
complemento de la ciencia cultivada en las universidades, a los aportes del
IVIC y otros institutos de investigación oficiales. Mucho se logró a través del
antiguo Conicit, y en materia tecnológica también fueron importantes los
aportes de Pdvsa al Intevep, o de los ministerios de Fomento a otros centros de
investigación tecnológica. La Fundación Gran Mariscal de Ayacucho becó a miles
de venezolanos para que se formaran en el exterior, otras iniciativas se
basaron en la Asovac y la fundación que la ampara, las empresas privadas
metalmecánicas hicieron sus aportes. En fin, la lista es larga, pero hoy los
logros se van diluyendo en lágrimas y frustraciones.
Les enviaremos un barco para que
se lleven sus pertenencias, dice la comunicación oficial a la Fundación Los
Roques. Ahora, nosotros los todopoderosos tomaremos el timón aunque no tengamos
la menor idea sobre la biología de los botutos, la reproducción de las
langostas, la arqueología del archipiélago o la enseñanza de las ciencias
biológicas. Esto no es nada sino un ejercicio de poder en un país donde también
es casi imposible que un investigador venezolano reciba un permiso para
trabajar en un parque nacional y obviamente ya no hay becas para otro sitio que
no sea La Habana, ni divisas para bibliotecas o reactivos. Nuestros
investigadores son los peor pagados del continente, las universidades están
económicamente estranguladas, la ley que hacía compulsoria la transferencia de
recursos del sector privado a la investigación fue eliminada. ¿Qué harán ahora
en Los Roques cuando desaparezca su guardián? ¿Se parecerá al Lago de Valencia,
a la cuenca del Caroní, al nunca efectuado proyecto del Guaire, al sistema que
lleva agua inadecuada a Valencia y Maracay o a las de
tratamiento de Maracaibo? Ya no hay barco de oro, ni timón de plata.
Por CARLOS MACHADO ALLISON
Fuente: El Universal
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