> En una parrilla familiar ha
salido a discusión el nuevo comercial de Banesco que se ha vuelto viral en las
redes sociales. Si no lo ha visto, hágalo ahora mismo pero por si acaso le da
flojera se lo cuento
> Es la historia de la única
mujer en Venezuela, aparte de Alejandra Otero, que no ha conocido la keratina.
Ella corre por toda la ciudad hasta llegar a darse los besos con un hombre que
pira pa’ Paparo en una buseta.
> Esto lo logra gracias a los
héroes anónimos que le aguantan la puerta, le auxilian el carro y le ceden el
taxi. También lo logra porque ese día decidió no entaconarse. Es un comercial
que apega a la emoción de ser un ciudadano de bien. Es un reconocimiento a
todos los que le dan paso a un peatón, les conceden el puesto a las mujeres
embarazadas y que en un ascensor se adelantan al grito de “¡aguántalo!” Nadie
les paga por estos pequeños esfuerzos. Lo hacen porque es lo correcto. Lo hacen
porque se siente bien.La discusión en la parrilla es que los venezolanos ya no
somos así. “Éramos así”, opina una tía que no da las gracias cuando le paso las
papas. “Todo eso se perdió”, dice un tío nube negra. “Eso hay que rescatarlo”,
dice una amiga al mismo tiempo que mi abuela pregunta: “Mijo, ¿qué video es
ese?”.
> Agotado el tema del
comercial, la conversación pasa al audio de un discurso que Lorenzo Mendoza ha
dado a los trabajadores en Empresas Polar. Les habla que irse del país implica
sustituir problemas por otros y que él no se va porque siempre estará de lado
de aquellos que no se pueden ir. Quedarse o irse de Venezuela parece ser el
tema de moda en todas las sobremesas de la nación y las opiniones con el que
quizás sea su mejor empresario son encontradas.
> Tarde en la noche me pongo a
pensar en algo: sentarme a hablar con mi familia sobre los valores ciudadanos
resaltados en un comercial me demuestra que no todo está perdido. Que me mueva
una fibra el hecho de que un empresario convide a sus empleados a quedarse y
producir no “era” un país así. “Es” un país así. A pesar del desgobierno, la
inseguridad y la corrupción, todavía tengo las ganas de hablar sobre cómo somos
los venezolanos. Todavía quiero saber de gente que abre puertas. Todavía quiero
conocer historias de empresarios que hablan de producción. A pesar de lo que
digan los rankings económicos y sociales sobre Venezuela, todavía estoy
dispuesto a echarle pichón a mi país —así sea que en un futuro me tenga que ir
o si, como es mi deseo, me quede aquí.
> Lo más infame de los
gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro no son las colas en los supermercados
ni los viles y dolorosos asesinatos cercanos y no tanto que he llorado. Lo peor
es que me enfrentan todos los días a medirme con los que se van para ver quién
es más venezolano. Y estoy cansado del juego. La pregunta no es si soy mejor
venezolano porque me voy o me quedo. Al contrario, la pregunta debe ser cómo
sirvo mejor a mi país esté donde esté.
> La respuesta a mi inquietud
la tiene Martha Rodríguez Miranda. Todos los días ella sale en la radio con una
campaña sobre lo fácil que es ser buen ciudadano. No siempre le pongo atención
pero ¿Y si lo hiciera? ¿Qué pasaría si escuchara a la señora de la voz ronca y
viviera bajo sus mandamientos de convivencia por un día? ¿Qué pasaría si por 24
horas no comprara películas piratas? ¿Me negara al soborno de un policía y
aceptara mi multa? ¿Le diera el puesto a quien más lo necesite? ¿Sería fácil
ser un buen ciudadano venezolano?
> Yo creo que sí.
> Servir mejor a Venezuela no
tiene nada que ver con si firmé o no firmé un decreto anti-imperialista o si le
escribí o no una carta abierta a Lorenzo Mendoza porque a él no le han matado a
nadie —lo cual es mentira. Servir mejor a Venezuela implica ser mejor
ciudadano. No puedo hacer nada sobre la inflación pero sí algo sobre la
economía informal. No puedo hacer nada sobre las cadenas nacionales pero sí
algo por el artista que quiere que le compre su música de manera legal.
> Yo quiero poner de moda los valores
ciudadanos que no necesitan rescate sino promoción. Yo quiero tomarme menos
fotos de mis pies sobre el piso de Cruz Diez en Maiquetía y más fotos de mis
pies sobre un rayado peatonal. No es mi caso actual ni lo considero, pero si he
de irme a vivir a otro país “mientras esto se arregle”, también espero tomarme
la foto sobre el rayado peatonal allá. Sé que mi país sería mejor si lo
hiciera. Porque esa foto le dice a todos los que se quedaron en Venezuela
“mientras esto se arregle” que estoy siendo un buen embajador de los valores
que en algún momento me enseñó mi país.
> Esté donde esté yo quiero
dejar de decir “este país de mierda” y empezar a decir “este gobierno de
mierda” porque no es lo mismo. Y en verdad mi arrechera es con el gobierno y no
con Venezuela. Esté donde esté, yo quiero ser por 24 horas el héroe anónimo del
comercial Banesco, el trabajador inspirado a estar orgulloso de mi patrono y de
mi empresa y el ciudadano que sigue los ejemplos de Martha Rodríguez Miranda.
¿Quién sabe? Capaz le agarro el gustico a la sensación y la vuelvo a intentar
el día después.
> A fin de cuentas, todos los
cambios que quiero para Venezuela comienzan por mí y el momento para hacerlo es
ya.
ANÓNIMO
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