Advertencia: sólo para adultos
Los intelectualazos venezolanos
se horrorizan con mis palabrotas, se retuercen por mi lenguaje beligerante de
arrabal.
No los culpo, de hecho, los
entiendo, su insoportable levedad de ser los hace levitar, flotar, en medio de
tanta inmundicia chavista. No desean ensuciarse, no quieren sudar, luchar en
las calles, ellos prefieren drogarse con el estupefaciente del voto (sin
condiciones electorales justas), sin movilización que reivindique la victoria,
sin nada que implique arrostrar de frente a la tiranía.
No son complacientes, tampoco
colaboracionistas, son intelectualazos, es decir, histéricas doñas de pizarrón
y academia. Viven de espejismos y de tiza. Por eso cuando escuchan una mentada
de madre, un insulto, una arrechera salpicar de una garganta, colocan un
pañuelito en su nariz y se cubren avergonzados, más bien, horrorizados.
Esta entrega está subida de tono,
como lo está el país. No es apta para intelectualazos ni doñas académicas, está
inflamada de venezolanidad, es decir de carne y hueso.
Está escrita sólo para adultos,
está escrita para ti.
Edgar Ramírez, un gocho genial
Edgar Ramírez podría ser uno de
los mejores actores venezolanos de todos los tiempos, sino el mejor. He seguido
su carrera con interés fraternal y cultural. Fraternal, porque el aprecio y
admiración que le profeso me hermanan a él. Cultural, porque cada acierto de
Edgar me conmueve, nos conmueve a todos los venezolanos como parte de una misma
cultura. En ese orden de ideas hay que reconocer y agradecer lo bien que nos ha
hecho quedar ante el mundo ese gocho genial.
Escribo “gocho genial” y me
detengo para abrir un paréntesis.
(Los gochos, siempre los gochos,
tan admirables y dignos como Daniel Ceballos y todo el pueblo tachirense que ni
se doblega ni se vence. ¡Viva el Táchira! Un sonoro aplauso a su enaltecido y
corajudo espíritu. Venezuela es y siempre será mejor por ellos.)
Sigo.
La filología de un Venezolanista
cabal
Pocos saben que Edgar además de
ser un extraordinario actor y un humanista instruido y muy culto, es un
venezolanista cabal. Su sensibilidad artística y su cultura a un tiempo
abundante y diversa, están marcadas por un inusual y orgulloso amor por
Venezuela.
Lo corroboré cuando encarnó al
bandido “Coco” en la película Domino (2005) dirigida por el reconocido Tony
Scott (director de Top Gun, entre otras), hoy lamentablemente fallecido.
Pese al estelar elenco que
intervino en ese peculiar film: Mickey Rourke (9 semanas y media), Keira
Knightley (Piratas del Caribe), Christopher Walken (Francotirador), Jacqueline
Bisset (Abismo), Delroy Lindo (Malcolm X), Lucy Liu (Los Ángeles de Charlie), entre
tantos otros, Edgar Ramírez sobresalió de tal manera que su actuación y
protagonismo lo catapultaron instantáneamente en su desafiante y exitosa
carrera cinematográfica.
Tuve la oportunidad de ver Domino
y comentarla con Edgar en una presentación que nos hizo a un grupo de amigos
hace algunos años. Quedé sorprendido y admirado, les comentó el porqué.
Coco (Edgar Ramírez) debía
encarnar a un criminal latinoamericano y para tal fin, en un inusitado
atrevimiento venezolanista, el “gocho genial” le pidió al director que le
permitiera interpretar al bandolero como si éste fuera venezolano y no
mexicano. Tony Scott aceptó la sugerencia y Coco debería entonar entonces un
acento marcadamente criollo y pronunciar palabras prototípicas de nuestro argot
más rancio y característico.
Para diferenciarnos en el
lenguaje, el filólogo Edgar Ramírez en un arrebato de genialidad y conocimiento
de nuestra cultura, de la real, de la cotidiana, de la de carne y hueso,
escogió una palabra que los venezolanos empleamos con excepcional desparpajo,
una palabra que ningún otro latinoamericano usa con tanta singularidad y
frescura.
La palabra escogida para
distinguir a Coco como bandido venezolano fue: “mamagüevo”.
El mamagüevismo revolucionario
No creo que la selección
semántica de Edgar haya sido provocada por la crisis política que el chavismo
le ha causado al país ni creo que Maduro, Cabello o Jorge Rodríguez hayan
inspirado el uso del término. Por más tachirense que sea Edgar y por más que Maduro,
Cabello o Rodríguez sean para el imaginario popular unos memorables
“mamagüevos”, su motivación fue más bien cultural y en lo que cabe estética.
Un “mamagüevo” para los
venezolanos no es aquel que comete felación (sexo oral), un “mamagüevo” es un
tipo soberbio, pedante, alguien que no nos cae bien por su arrogancia y fatuo
engreimiento.
Todo enchufado chavista es un
“mamagüevo”, pero no todo “mamagüevo” es chavista. También los hay en la
oposición. La palabra recoge una antipatía exacerbada, una arrechera aglutinada
en la garganta y un desprecio hondo, muy hondo, como el que sentimos contra el
chavismo.
Lo que nos hace inferir que si
Edgar Ramírez no fuese actor sino historiador quizá su motivación como filólogo
cambiaría y llamaría al período chavista, por su estética y por su cultura, un
“mamagüevismo revolucionario”. Sus próceres saltan a la vista: Carreño, Silva,
El Aissami, Chaderton, Ramírez, Carvajalino, Barreto, etc.
Pensándolo bien: ¿será que a
Edgar sí lo inspiró la crisis política y sus próceres?
Le preguntaré.
La Venezuela de pinga
Otra curiosidad semántica y
cultural venezolana es que la antítesis del “mamagüevo” la representa otra
figura fálica: el tipo que es “de pinga”.
El venezolano “de pinga” es un
tipo pana, buena gente, amigable y exitoso; un tipo que colabora, respeta y
apoya al venezolano y a Venezuela, que enaltece nuestra cultura y sublima la
venezolanidad.
Un tipo “de pinga” jamás sería
chavista ni apoyaría su “mamagüevismo revolucionario”. No lo usaría ni se
beneficiaría de él, todo lo contrario: lo acusaría y enfrentaría.
Porque el venezolano “de pinga”
es un emprendedor, un demócrata, un humanista liberal, un creador de
oportunidades, un ejecutivo y un productor, un reivindicador de derechos, un
artista, un activista de la libertad.
Venezuela será “de pinga” en la
medida que los venezolanos “de pinga” se unan para enfrentar a los “mamagüevos”
que han impuesto su dictadura. A veces nos frustramos y pensamos que los
“mamagüevos” son mayoría pero no es verdad, no lo son. Los venezolanos “de
pinga” son…, somos mayoría.
Estoy convencido de que una
Venezuela “de pinga”, muy “de pinga” ha florecido. La encarnan los estudiantes,
María Corina, Leopoldo López, Daniel Ceballos, Antonio Ledezma, Lilian Tintori,
Mitzy Capriles, Gabriela Montero, Ricardo Haussman, Ana Julia Jattar, Gerver
Torres, J.J. Rendón, David Morán, Edgar Ramírez…, la encarnas tú, la encarnamos
todos los que aspiramos y luchamos por la libertad, los que no nos calamos el
mamagüevismo revolucionario y los que estamos dispuestos a jugarnos la vida
porque lo “de pinga” en Venezuela, es decir, lo humano, lo industrioso y
creativo, lo respetuoso y apto, vuelva a florecer y prosperar.
Si Bolívar fue el venezolano más
“de pinga” de la libertad, sigamos su ejemplo, liberemos al país, liberémonos,
la Venezuela “de pinga” no sólo está en ti y en mí, eres tú y soy yo, somos
nosotros, la Venezuela “de pinga” está en nuestro porvenir, hagamos que
prevalezca, hagamos que venza.
Unamos lazos, que muera el
mamagüevismo de la opresión. Compatriotas fieles, la fuerza es lo “de pinga” de
la unión.
Sigamos el ejemplo que el Táchira
dio…
Por: Gustavo Tovar Arroyo
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