Si en algún momento Nicolás
Maduro pensó que podría polarizar con Barack Obama durante la cumbre de Panamá
se quedó con las ganas. El presidente estadounidense ni nombró a su par
venezolano ni tampoco se quedó a escuchar su intervención.
Si en algún momento Nicolás
Maduro pensó que podría polarizar con Barack Obama durante la cumbre de Panamá
se quedó con las ganas. El presidente estadounidense ni nombró a su par
venezolano ni tampoco se quedó a escuchar su intervención.
No hubo un gesto hacia la
distensión por parte de Estados Unidos. El decreto se mantiene y la petición
gubernamental venezolano de que lo echen para atrás no está contemplada por
Washington.
El mandatario norteamericano fue
claro y conciso en su intervención. No quiere ni tiene interés en enfrascarse
en debates ideológicos ni tampoco quiere cargar con las culpas de los errores
de sus antecesores, a pesar de que reconoció que no siempre actuaron
correctamente.
Invitó a mirar hacia adelante y
aunque no nombró al gobierno de Maduro sí reafirmó su compromiso con la
democracia y con lo establecido en la Carta Democrática Interamericana. Más
claro no canta un gallo.
En cuanto a las intervenciones de
los demás mandatarios suramericanos hubo dos sorpresas. Mientras Ecuador, Brasil,
Argentina y Bolivia rechazaron el decreto del gobierno de Obama donde considera
a Venezuela una amenaza para su seguridad, Colombia y Perú no hicieron mención
a este asunto durante sus intervenciones.
Juan Manuel Santos abogó por
ocuparse de la educación, algo en que lo acompañó en peruano Ollanta Humala,
quien también coincidió con Obama en dejar atrás las diferencias ideológicas y
mirar hacia el futuro.
El más beligerante con el
estadounidense resultó ser Evo Morales, mientras que a Rafael Correa fue al
único que le contestó directamente Obama, señalándole que aprende mucho de
historia en esos encuentros, pero que quiere lograr acuerdos que sirvan para
que las condiciones de vida de los pueblos sean mejoradas.
También le dijo al ecuatoriano
que prefiere que haya una prensa mala, a que solo se escuche una voz, en
referencia a las críticas de Correa contra medios y periodistas.
Quien trató con guantes de seda
al estadounidense fue Raúl Castro. El cubano dijo que su colega era un hombre
honesto, de origen humilde y que no tenía ni arte ni parte en los ataques que
había sufrido su revolución desde el vecino del norte.
Que estaba dispuesto a conversar
con él de todo lo que fuera necesario y que solo pedía y estaba dispuesto a dar
también respeto a la contraparte.
Para cuando intervino Maduro ya
Obama había abandonado el recinto. Tampoco escuchó a Cristina Fernández.
Definitivamente no quiso perder el tiempo escuchando discursos repetidos.
El del presidente venezolano fue
una repetición de lo que ha venido diciendo todos estos días sobre Obama y el
imperio. Aseguró que la embajada de Estados Unidos en Caracas era un nido de
conspiradores contra su gobierno, pero repitió en varias oportunidades su deseo
de conversar con el mandatario estadounidense, además de reprocharle no haberle
concedido el placet al embajador enviado por Caracas a Washington. Maduro por
momentos pareció desesperado ante los desplantes estadounidenses.
El boliviano Morales reclamó el
que la cumbre no lograra un comunicado oficial suscrito por todos. No fue
posible por la negativa estadounidense y de otro país, que no nombró, pero que
al parecer fue Canadá.
Los gringos no habrían aceptado
incluir su disputa con Caracas en el referido documento. La actitud de Obama y
lo revelado por Morales indican que el decreto y la tirantez en las relaciones
entre Caracas y Washington se mantienen.
El show de Maduro y su gobierno
posiblemente continúe, pero cada vez con menos audiencia.
Xabier Coscojuela/@xabiercosco
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