Dicho de otro modo: nuestra
conjetura es que Chávez nos interpretó la historia y nos interpretó en la
historia y que su interpretación estuvo dotada de ciertos rasgos que la
hicieron verosímil para importantes sectores de la población. Para que dicha
verosimilitud fuera tal estuvo construida con unos códigos específicos y una
trama narrativa específica que, si se cambia, falla completamente
El 28 de marzo el portal
Prodavinci publicó la traducción de un pequeño texto escrito Sergei Guriev y
Daniel Treisman titulado The new authoritarianism, el cual fuera originalmente
presentado en el portal Vox. En él, los autores presentan a consideración la
tesis según la cual los nuevos autoritarismos se distinguen de los
tradicionales en un aspecto fundamental: la «preocupación por la información»
(cursivas mías).
Esta se refleja en las acciones
que ejecutan destinadas a controlar el flujo de esta última, como regulaciones
o sobornos a la élite informada. Y si bien es cierto que las dictaduras
clásicas también lo hacían –mencionan el caso de Hitler o Pinochet-, esa preocupación
era posterior al uso de la fuerza física.
Las estrategias que les permite
ganar y sostener poder funcionan «menos por aterrorizar víctimas que
manipulando creencias». El juego en el que estas autocracias participan es uno
en el que intentan, y a veces lo logran, manipular masivamente las creencias
sobre la competencia del gobierno, haciendo pensar a los ciudadanos que su
administración es una eficiente.
Esto lo hacen a través de varias
herramientas, que van desde la propaganda –donde afirman las bondades del
gobierno-y del control de la élite informada, esto es, de la élite que tiene la
capacidad para conocer el verdadero desempeño del gobierno.
El juego funciona pues la mayoría
de las personas no tienen como evaluar ese desempeño, y lo hacen a través de la
información que el mismo gobierno proporciona, la que proporciona la prensa
libre y su propia situación real y concreta, que no depende sino parcialmente
de las acciones del gobierno.
Dicha lógica nos permite prever
que cuanto más incompetente es el gobierno, más cooptación de la información
ejercerá. Señalan los autores que esa lógica nos permite entender «por qué
algunos líderes autoritarios claramente ineptos sin embargo retienen el poder
—e incluso su popularidad— durante períodos prolongados (cf. Hugo Chávez)».
Nos parece que hay ciertos huecos
dicha interpretación deja abiertos. Por ejemplo, ¿cómo llegó Chávez a ganar
popularidad en primer lugar, pues, esta no parece ser consecuencia del control
de la información en la medida en que su control de la información fue
avanzando en la medida en que ganaba elecciones?.
Luego, tal como los autores lo
afirman, todos los gobiernos hacen propaganda sobre su eficiencia, sin embargo,
no todos logran los mismos niveles de popularidad. ¿A qué se debe esa
distinción? En el pequeño texto no dan una respuesta convincente, pues,
pareciera que toda forma de comunicar tu eficiencia es buena.
Lo pregunto de otro modo: ¿cómo
es que gobiernos «verdaderamente» eficientes, allí donde más lo son, como es el
caso de Capriles en Barlovento, son menos populares que en otros lugares donde
lo son menos, como en el Cafetal?
Nuestra humilde opinión es que la
suposición en la que se basa toda la interpretación es muy simple para dar
cuenta de la complejidad de los fenómenos sociales, en especial de aquellos
relacionados los núcleos de poder. Los autores la declaran así: «Nuestro
supuesto clave es que los ciudadanos se preocupan por un gobierno eficaz y la
prosperidad económica: primero y ante todo, quieren elegir a un gobernante
competente en lugar de uno incompetente».
Nuestra opinión es que los
ciudadanos no eligen sólo a un gobierno que consideran eficaz y competente,
sino que también eligen, y a veces con más preminencia, a un gobierno que les
dota de sentido, que les provea de certeza, que les permita hacer revancha por
situaciones históricas pasadas.
Dicho de otro modo: nuestra
conjetura es que Chávez nos interpretó la historia y nos interpretó en la
historia y que su interpretación estuvo dotada de ciertos rasgos que la
hicieron verosímil para importantes sectores de la población. Para que dicha
verosimilitud fuera tal estuvo construida con unos códigos específicos y una
trama narrativa específica que, si se cambia, falla completamente.
Y no sólo fue verosímil, sino que
funcionó como una obra de arte, en el sentido heideggeriano, esto es, como un
objeto que nos sintetiza de qué va ser un ser humano en una situación histórica
concreta, en este caso de una situación de estar al margen de los espacios de
prestigio y respeto de la sociedad.
Ese funcionamiento, es mi
opinión, la que permitió al chavismo tomar control de la información y no al
revés. Y es que cuando menos control de los medios, del ejército, y del dinero
el chavismo tenía, más apostó a la popularidad –sorprendente para la oposición-
para ganar control sobre tales factores.
Y ahora que las circunstancias
han cambiado, esa obra de arte no reviste del mismo brillo, de la misma manera
en que Doña Bárbara no lo reviste hoy en comparación con el que tuvo setenta
años atrás. Los venezolanos, en este caso sospecho que todos, más que un
político de que nos convenza de que será eficiente, queremos escuchar un
político, y una élite cultural, que nos de esperanza en medio de este
atolladero, que nos dote de un sentido y de un valor en la historia presente y
la que está por venir.
Por: Jorge L. Carrasquel
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