El taxidermista del chavismo
No sé cómo ocurre, pero lo cierto
es que cada vez que me tomo el tiempo para descifrar y retratar ese circo de
rarezas humanas que es el chavismo me he encontrado disecando engendros de toda
calaña, especímenes cuyas deformidades morales los diferencian de todo aquello
que haya conocido nuestra especie.
Soy un taxidermista del chavismo:
los desollo y diseco para analizarlos, conservarlos y exponerlos al escarnio
público de la historia; ya que no hay justicia ni la habrá mientras permanezcan
en el poder, ya que todo lo han pervertido y contaminado, la imaginación es la
vara que los diseca y enjuicia.
Yo la uso con acuciosidad, y
escribo…, escribo para regodearme con ellos y perfeccionar mi boxeo de sombras.
El circo y sus extrañezas
El museo de bestias chavistas que
he creado a través de mis escritos es amplio y variado, pronto saldrá un libro
que recogerá mi curaduría. Espero les agrade.
He logrado disecar a muchas de
esas rarezas.
Hienas (Jorge Rodríguez), zorras
(Falcón), orangutanes enanos (Diosdi), perritos chapuceros (Jaua), mosquitas
muertas (Cilia), entre otras especies, engrosan un zoológico fabuloso que sólo
compite en curiosidad con aquel famoso bar de anomalías que observamos en la
película de la Guerra de las Galaxias.
Una imagen de enchufados
chavistas en una tarima habla más que toda la literatura fantástica que se haya
escrito.
Con esas extrañezas sólo haría un
circo.
El bobezno hijo de Nicolás
No es nuevo lo que hago y espero
que mis editores lo entiendan. No insulto, sólo imagino, soy prosopopéyico,
asocio creativamente atribuyendo cualidades de humanas a chavistas y viceversa,
sigo la tradición francesa de la caricaturización crítica, de la sátira como
desahogo, con Voltaire y Daumier como referencias.
No me censuren. Es arte. Algún
día, créanme, haré mi museo o mi circo con ellos, enjaularé a muchos de esos
especímenes y los pasearé por Venezuela y el mundo para exhibirlos. Diré: eso
era el chavismo. Se reirán.
Un acto que no faltará en ese
circo será el del hijo de Nicolás -ese “bobezno” danzarín- bailando entre
dólares o tartamudeando su deficiencia heredada sin ningún tipo de bochorno.
Será muy divertido recordar al
bobezno Nicolás protagonista de sí mismo: “El chisme (sic) es nuestro peor
enemigo, que ‘coaccionaría’ (sic) nuestra unidad que es férrea e intran…,
intran…, intran…, no encuentro la palabra. Digámonos ‘barriga verde tripas
azules’ (sic) sólo a lo interno.”
¿Se puede ser más pendejo? Sí, el
palo es quien produce la astilla.
El batracio que faltaba
Sin embargo, para afinar mi museo
o mi circo, me faltaba un batracio, sí, una insignificante rana, babosita y
tenue, que anduviese tanto en el agua como en la tierra, enlodadita y turbia,
verdosa y peregrina, con sus ojos saltones, a un tiempo repugnante y fisgona.
Lo encontré en el metro de París,
escurriéndose en el serpenteo subterráneo de la ciudad luz, arrinconadito -el
batracio- y cómodo, gozando de las mieles inocultables y cínicas que lo
llevaron al poder.
Lo pinché y chilló, más bien
croó: ¿cuac, cuac!
Temir Porras
El destino siempre nos ofrece
oportunidades que inexcusablemente debemos aprovechar. Hay quienes dan el paso
y lo hacen; hay quienes no se atreven y prefieren mantener su espacio de
confort y su tranquilidad.
Yo no soy de los que se acomodan,
yo encaró. Así fue en París, así será en cualquier parte en la que la dignidad
venezolana deba mostrar sus dientes para encarar la pervertida miseria
chavista, y a sus miserables.
Miserables como Temir Porras y su
extraña especie de moralidad anfibia, esa extrañeza que igual retoza en el agua
de las ideas como en el lodo de la corrupción, que defiende la tierra y sus
monedas, y baila, sí, baila al son millonario que impone su jefe el bobezno
danzarín, la astillita Nicolás.
Me desahogue.
La limosna
No pude evitarlo, además de
encararlo y vociferarle mi imaginación en el metro parisino (ante el deleite de
los franceses y los latinos que aplaudían el circo venezolano), le lancé, como
limosna y en la jeta, un billete de 20 dólares no sólo para que saciara su
hambre, sino además para que bailara, para que danzara sobre su propia miseria
y para que justificase todo el daño que le ha causado al país y a los
venezolanos.
Mi limosna no funcionó. El
batracio se paralizó del pánico, todo el corajudo patriotismo que alardea se
arrellanó sobre el asiento y no logró ni siquiera croar.
Fue lastimero y bochornoso su
pánico.
La cobardía avergüenza hasta a
los ajenos y en ese acto de circo parisino, en esa trifulca que no fue, la
cobardía chavista quedó disecada, por no decir embalsamada y así competir con
el Infinito, el Supremo cobarde del chavismo, el padrastro del bobezno Nicolás:
Hugo Rafael.
El circo sigue, lo que lamento es
no haber logrado que la rana bailase. Quizá exageré, un billete de 20 dólares
es demasiado para el madurismo, acaso por ello la paralización total y el
pavor.
La próxima vez lanzaré sólo unas
pocas monedas, quizá así llego al precio.
El circo debe continuar…
por Gustavo Tovar (@tovarr)
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