La responsabilidad por la muerte
de Rodolfo González es exclusiva del gobierno de Nicolás Maduro. No solo porque
la Constitución lo establece en su artículo 43 y los convenios internacionales
suscritos por Venezuela lo ratifican, sino porque como lo dice la hija del
fallecido, Lissette González.
Todo indica que fue inducido al
suicido por las informaciones que le suministraron algunos funcionarios
policiales y judiciales, en el sentido de que sería trasladado a alguno de los
infiernos que son las cárceles venezolanas, donde los presos han muerto por
cientos bajo la “revolución”.
Hasta el momento de escribir este
editorial se han pronunciado el ministro de Relaciones Interiores, mayor
general Gustavo González López, mientras que la Fiscalía envió un comunicado
donde anuncia el inicio de las investigaciones. Pero el Ministerio Público es
responsable también de lo ocurrido, pues González iba a cumplir un año en
prisión y todavía el juicio en su contra no se había iniciado.
Lo mismo se puede decir de la
Defensoría del Pueblo, cuyo titular a pesar de tener poco tiempo en su cargo,
pudiera haber ya realizado alguna gestión para que el proceso judicial se
iniciara.
Por cierto que Tarek William Saab
estuvo presto a señalar que los sancionados por Estados Unidos no tenían bienes
en ese país, pero sobre el suicidio de González ha guardado, hasta este
momento, un estruendoso silencio.
El ministro de Relaciones
Interiores aseguró que no se tenía pensado trasladar a los presos del Helicoide
a ninguna prisión, pero esa no es la información que manejan los familiares y
personas defensoras de los derechos humanos.
Provea recordó a través de
Twitter que una amenaza de ese tipo se le hizo a los estudiantes detenidos en
el estado Lara. Por lo que se ve, la práctica no es nueva y para la tortura
sicológica también sirven las cárceles nacionales.
Si el gobierno de Maduro se
tomara en serio el tema de los derechos humanos, debería hacer una profunda
investigación al Servicio Bolivariano de Inteligencia, su policía política,
pues lo que ocurre en sus calabozos está dejándolo muy mal parado.
La Tumba, esa cárcel que funciona
en la Plaza Venezuela de Caracas, emana cada vez un mayor hedor. El suicidio de
González, es otra señal de lo mal que andan las cosas en esos predios.
Por: Xabier Coscojuela
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