Las distorsiones creadas por la
política cambiaria dan pie a un fenómeno económico que queremos bautizar
“Spread Cambiario”, un indicador que marca la diferencia entre la tasa del
mercado paralelo y el tercer nivel oficial, el Simadi, y que pudiéramos además
medir entre promedios y ponderaciones.
El “spread cambiario” normalmente
tiende a oscilar entre Bs. 50 y 100, y es producto de la interacción entre un
mercado libre, sujeto al juego de la oferta y la demanda, y uno controlado,
donde priva el empeño en sostener una ilusión, el mal llamado “bolívar fuerte”.
Pese a los controles, el Simadi asciende de manera constante, reflejando que a
Bs. 188 por dólar, la oferta de divisas no suple la demanda. El paralelo, por
el contrario, muestra grandes fluctuaciones, las cuales reflejan repentinos
flujos de oferta y demanda que causan violentos vaivenes. A Bs. 276, el Viernes
13, por ejemplo, muchos estuvieron dispuestos a ofertar sus divisas, forzando
la caída del mercado a Bs. 246, para saltar nuevamente el Lunes 16 a Bs. 266.
La rigidez de uno y la fluidez del otro demuestran cuál mercado es más
dinámico.
Este fenómeno causa aberraciones
e incentiva corruptelas. Por ejemplo: Un litro de leche UHT uruguaya, importada
por el Gobierno Nacional, se vende por Bs. 18 en los mercados públicos y
privados, mientras que las marcas nacionales cuestan normalmente Bs. 54.
Evidentemente, la importación se hace con un dólar a 6,30, mientras que los
productores nacionales enfrentan la inflación más alta del mundo, marcada por
un paralelo que les hace imposible competir, e incluso producir, dando como
resultado una aberración, encarecimiento y desabastecimiento a la vez. Ahora,
lo que es peor, es que más allá de la frontera, el mismo pote puede costar
sobre US$ 1,25, unos Bs. 332 por litro al dólar que se vende en Cúcuta. ¿Cómo
detener el “bachaqueo” cuando con un solo litro de leche nos podemos ganar Bs.
314, y con dos cajas ya nos ganamos un sueldo mínimo? Y esto es solo el ejemplo
de la leche.
El fenómeno “spread cambiario”
hace florecer además una economía subterránea que en 2013 alcanzaría los US$
8,7 millardos, calculada al tomar las importaciones publicadas por el BCV, más
la salida de capitales, ajustando por la merma en las reservas internacionales,
y restarles las liquidaciones de Cadivi y el saldo que quedó debiendo, menos lo
cubierto por el Sicad ese año, lo cual arroja el saldo que quedó manos del
mercado paralelo. Esta cifra debe haberse multiplicado ante la crisis de
divisas de 2014 y 2015.
Pareciera que en lugar de lograr
que el dólar baje, “torciéndole el brazo al paralelo”, como dicen, el Gobierno
está logrando más bien que el Simadi suba, y que eventualmente quizás, alcance
al otro, echándole cada vez más candela al fuego de la inflación y agravando
las distorsiones que causa en la economía.
Definitivamente, estamos ante un
verdadero fenómeno, un fenómeno económico producto de la ineptitud y el
fanatismo.
Por Francisco J. Quevedo/@qppasociados
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