SICOFANTES TROPIKALES

 “El resentimiento, la crítica, la culpa y el miedo aparecen cuando culpamos a los demás y no asumimos la responsabilidad de nuestras propias experiencias.”  Louise Hay

“La Rebelión en la Granja” es una amena obra de George Orwell que describe las vicisitudes de un  miembro de una pequeña comunidad que se mudó a otro pueblo, y el gobierno entrante empezó a culparlo de todo lo que ocurría en la comunidad, si se iba el agua era culpa de él, si faltaba la comida, era culpa de él, y así cada mal que ocurría en la comunidad era culpa del compatriota ido que estaba conspirando desde el exterior para tomar el poder.
Al régimen le seguía  un rebaño de ovejitas donde quiera que fuesen y le hacían coro al gobernante en todo lo que decía y siempre parecía que sus decisiones tenían apoyo popular. El pueblo empezó a culpar a ese enigmático viajero de todos sus males, y absolutamente toda la culpa de las fallas del gobierno provenía del saboteo de ese misterioso y oscuro personaje, que ni siquiera sabía de aquello. Ello servía para todo, incluso para eliminar a cualquier potencial líder acusándolo de colaborar con el enemigo externo… ¿Puro cuento…?
Desde hace 14 años nos rige un sistema que en lugar de dedicarse en alcanzar un sistema de salud acorde con los ingresos de un país petrolero, de enfrentar la bestial inseguridad que diezma la población en todos sus estratos, sólo se ocupa de reprimir a los sectores democráticos; en lugar de hacer los ajustes verdaderamente necesarios ante el encarecimiento de la vida y la galopante inflación, y propiciar que realmente se garantice la seguridad alimentaria, pues ningún correctivo ante tanta tozudez, ante tanta impericia, aparece  en el incierto y hasta peligroso panorama que como prospectiva se nos presenta. Se empeña la Nomenklatura y sus secuaces en otro despliegue de demagogia disfrazada. Y esta es otra fase de un sistema que insiste en conducirnos a ese Mar de la Felicidad, en el cual se eliminan aquellos elementos contrarios que en su interacción generan el desarrollo de una nación moderna, tales como la libertad económica y la competencia en el mercado, la libertad de expresión, el debate y la pluralidad de ideas propias del siglo XXI en lo político, ideológico, cultural, filosófico, religioso, humanista, así como la libre innovación tecnológica y científica
Gritar "¡al acaparador!" es una herramienta útil para desviar la atención de su inoperancia, de la corrupción y de oscuras trayectorias de este totalitarismo tropikal de quienes han convertido a Venezuela en la cartera de sus truculencias. Basan su acción ideológica promoviendo divisiones y antagonismos, prometiendo la sacrosanta protección de un partido único. La búsqueda de culpables para exorcizar los males nacionales resulta óptima cuando se entiende que la responsabilidad recae sobre quien tiene en sus manos la conducción del país; quienes han logrado vender fácilmente su caldo de cultivo, direccionando las culpas que surgen de la desilusión, de esperanzas truncadas y sueños frustrados. Siguiendo al pie de la letra el “Manual del Sicofante del Siglo XXI”, bien aderezado con una sórdida retórica demagógica, ponen tantas veces sea necesario a rodar el carromato vergonzoso siempre bien aceitado en improperios carentes de sustentos pero prestos a culpar al Imperio, a los niños de Papá apátridas, a la derecha rancia, a la irredenta burguesía, a los escuálidos, ahora a FarmaTodo …  en fin de cuentas, a todo aquel  que por querer preservar el porvenir de sus hijos, es considerado enemigo del proceso… Lamentablemente, tal como lo afirma dice Julián Marías, los que han pedido el sacrificio de la libertad a cambio de la prosperidad económica, la eliminación de la pobreza y el establecimiento de la «justicia social», han destruido la libertad y de paso toda prosperidad, toda justicia, y han perpetuado la pobreza.

(*) LOS SICOFANTES.  En los Anales de Tácito encontramos retratados a los sicofantes, personajes que se destacaron en la Grecia Clásica como acusadores públicos, quienes, cuales zamuros, lograron sus fortunas de los cadáveres políticos de figuras relevantes.
En la Grecia Clásica, tanto la organización del Estado, como la formulación del Derecho, distaban de lo que hoy entendemos como tales. Así pues, no existían fiscales, de manera que cualquier ciudadano podía acusar a otro ante la Asamblea del Pueblo, la Eklesia (cuyo nombre dio origen a la palabra Iglesia); y fueron, precisamente los sicofantes, los que acusaron a Sócrates de no creer en los dioses del Olimpo, acusación que le condujo a la muerte. Etimológicamente, los sicofantes son los mostradores de higos (o de vulvas). Sí, suena confuso. Resulta que en la antigüedad la palabra griega Sykon (higo) era utilizada para referirse metafóricamente al órgano genital externo femenino, y también al gesto, considerado indecente, de ponerse el pulgar dentro de la boca…Describe Tácito cómo estos personajes llevaron a la ruina o a la ejecución a muchos inocentes, para luego apoderarse de sus bienes.


Por: Manuel Barreto Hernaiz

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