miércoles, 18 de febrero de 2015

LA RENUNCIA DE MADURO

Esta exigencia es compartida por una porción mayoritaria de ciudadanos, chavistas y opositores. Se ha objetado que el susodicho no va a querer renunciar y que al colocar la decisión a su arbitrio, si no le da la gana, pues, no le da la gana.
Las renuncias son voluntarias cuando alguien muy enfermo toma conciencia del colapso; o, si está sano, al aspirar a una mejor posición, y tal vez cuando desee retirarse al descanso aunque no sea el eterno. De resto, las renuncias son “ayudaítas”, al exigirla el jefe al empleado, caso en el cual este atiende el requerimiento si el costo de no hacerlo es mayor que el beneficio.

Fernando de la Rúa de Argentina, Alberto Fujimori de Perú, Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa de Bolivia, Jamil Mahuad de Ecuador, Richard Nixon de Estados Unidos, Hugo Chávez en Venezuela (el Alto Mando Militar le exigió la renuncia, “la cual aceptó”), entre muchos otros, renunciaron por la presión de las fuerzas sociales y porque, al final, les resultaba menos costoso irse que quedarse. De eso se trata: dada la catástrofe del país, el camino para el cambio del régimen pasa por la renuncia de Maduro.
Solicitar la renuncia no es golpismo, recuérdese que los que hoy están en el poder se la solicitaron a CAP II y a Caldera II. Algunos –hoy ancianos– también a Rómulo Betancourt. Lo que debería acompañar la salida de Maduro es el nombramiento de un vicepresidente equilibrado que se encargue, junto con un gobierno de unidad nacional, de conducir el país hacia las elecciones presidenciales, limpias y libres, en el marco de la libertad de los presos políticos y el retorno de los exiliados. Ya existe una propuesta de acuerdo para la transición.
¿El objetivo de la renuncia colide con las elecciones parlamentarias? No. Si se obtiene la salida en el corto plazo corresponderá programar las elecciones presidenciales y también las de la Asamblea Nacional. En el supuesto de que no se logre la renuncia de Maduro pronto y se imponga la agenda electoral, pues se iría a esas elecciones –primarias generales mediante– con el propósito de convertirlas en paso adicional para el cambio del régimen y, con los previsibles fraudes, en un nuevo motivo para exigir su reemplazo. Por cierto, en caso de imponerse la agenda electoral tal vez el único estímulo para aminorar el desencanto sea el de concebir las elecciones como vehículo adicional para exigir la renuncia.

Es suicida para el país esperar a 2019 para el cambio. Este se logrará si la salida constitucional de Maduro se convierte en objetivo nacional compartido.
Por: Carlos Blanco

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