Hoy nuevamente se está queriendo
instalar un clima que no existe para tapar una realidad que avergüenza
La trivialidad de las respuestas
de Nicolás Maduro frente a las críticas que se le formulan al estilo de
gobernar y contenido de la conducción gubernamental sigue sorprendiendo. Nada
mitiga tales efectos a pesar de los tres quinquenios transcurridos desde que el
chavismo asumió el gobierno.
Muy por el contrario hace ya
tiempo que el régimen se ha calzado el traje de víctima denunciando
conspiraciones de todo tipo y golpes de Estado para desacreditar a la Mesa de
la Unidad Democrática, a los opositores y críticos venezolanos, a los medios de
comunicación nacionales e internacionales y así, encubrir sus groseros errores
de gestión.
Hoy nuevamente se está queriendo
instalar un clima que no existe para tapar una realidad que avergüenza. Está
visto que para el gobierno criticar y denunciar que dentro del actual sistema
no hay solución para los problemas planteados, donde la situación se pudre y
los conflictos se agudizan, como lo han declarado públicamente Antonio Ledezma
y Leopoldo López, entre otros, es hacer golpes de Estado, en cambio lo que
pretendió el teniente coronel Hugo Chávez al frente de militares amotinados era
democracia.
Si la perseverancia o la
constancia fueran por sí sola un mérito, habría que felicitar a los esforzados
intérpretes de una realidad fantasiosa, pero la verdad es que de nada sirve al
interés general ni a la estupefacta audiencia una continuada acumulación de
acciones desacertadas, de errores, cuando no de actos dolosos y de insidia.
Nicolás Maduro, recientemente en
una de sus cadenas, incurrió en un incalificable desliz llegó a sostener más o
menos lo siguiente: la Constitución y las leyes del país no amparan a los que
de alguna forma están en su contra, lo critican o hacen oposición a su
gobierno. Este concepto limitativo de la legalidad, no sólo tiene de criticable
la circunstancia de que desnaturaliza la idea sobre el régimen de derecho, sino
que estimula procedimientos violatorios de los derechos y garantías
constitucionales. La Constitución no se puede salvaguardar vulnerándola.
Sería absurdo pensar, por
ejemplo, que para enfrentar a un ciudadano que auspicia el cambio violento del
régimen -como fue el fallido golpe del 4F, encabezado por Hugo Chávez, a quien
se le respetaron sus derechos- se le someta a torturas o se le incomunique,
pese a lo establecido en los artículos 46, 47 y 48 de la Constitución vigente,
o que se llegue al extremo de privarlo del respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano, vulnerando de esa manera el derecho básico de nuestro
ordenamiento constitucional. No obstante hoy, bajo este régimen se priva de
derechos fundamentales a los demócratas, a los que luchan cívicamente por que
la democracia sea una realidad.
De la defensa de la legalidad y
del Estado democrático de manera integral es que puede surgir un clima que
restablezca la armonía entre los venezolanos y nos aleje del abismo. Esa lógica
descabellada, ese disparate de tildar de "golpistas" desde el
gobierno a quienes critican, se oponen a sus políticas o cívicamente buscan
poner límites a los abusos de poder, esconde una detestable y vil persecución,
una perversa intención de cercenar o segar las libertades civiles y políticas
en Venezuela. Se necesita no vivir en este país y no estar informado, ser un
despistado de primera o estar fanatizado para no darse cuenta de -no admitir-
lo que está sucediendo.
SIXTO
MEDINA
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