El comportamiento de la economía
venezolana en 2015 será muy adverso. El notable agravamiento de los
desequilibrios que se vienen padeciendo desde hace varios años en el ámbito
fiscal, cambiario, monetario y financiero, petrolero y real debido a la
irresponsable inacción gubernamental, a la continuada implementación de
políticas públicas erradas, y al desplome de los precios petroleros que se ha
materializado desde mediados de 2014, pintan un cuadro muy aciago para el año
que recién se inicia.
Como tantas veces lo hemos
advertido, la no atención de aquellos desequilibrios ha traído consecuencias
muy negativas. Las restricciones para acceder a las divisas cada vez más
escasas, la negativa gubernamental a implementar los necesarios ajustes
cambiarios, los severos e irracionales controles de precios y de otra índole
que se han impuesto, la continuada actitud hostil a la iniciativa económica
privada, y los cada vez más exiguos resultados productivos de las empresas
expropiadas por el Estado, agravaron el año pasado los problemas de
desabastecimiento y de restricción de la actividad productiva, al punto de
generarse una caída de 4% del PIB. Ello, combinado con la dislocada expansión
monetaria debido al desequilibrio fiscal y al masivo financiamiento de gasto
público deficitario por el BCV, generó un notable recrudecimiento inflacionario
y una contracción de las remuneraciones reales, lo cual afectó a toda la
población, pero particularmente a los más desposeídos.
Como ya se dijo, el comportamiento
económico de 2015 luce muy complejo y adverso. Los graves desajustes que se han
acumulado, combinados con el desplome de los precios petroleros, llevan a
concluir que hoy luce como inevitable e inminente la implementación de una
serie de medidas de ajuste con el fin de afrontar la grave situación. Ello, sin
duda, generaría consecuencias dolorosas. El desbalance fiscal obliga a la
revisión de las tarifas de los servicios públicos, al incremento del precio de
la gasolina, a posibles aumentos de impuestos o implementación de nuevos
tributos, y a la racionalización del gasto gubernamental, medidas estas que
tienen inmediatas consecuencias inflacionarias y recesivas.
Por otra parte, la agudización
del desequilibrio cambiario debido a la altísima demanda de dólares ya la menor
disponibilidad de divisas, agravado por el desplome de los precios petroleros,
lleva a la necesidad imperiosa de ajustar los tipos de cambio oficiales, lo
cual implicará una importante devaluación del bolívar. Esto también generará presiones
inflacionarias debido al encarecimiento de los productos foráneos, de los que
tanto dependemos, así como un efecto recesivo por la disminución de la
capacidad de compra de los ingresos de los venezolanos y las consecuentes
restricciones de demanda.
También se hace necesario limitar
la liquidez, para lo cual es fundamental eliminar el pernicioso financiamiento
de gasto público deficitario por el BCV, así como estimular la producción a
través de incentivos a la inversión, eliminación de controles de precios
absurdos que condenan a productores y comerciantes a trabajar a pérdida o con
márgenes exiguos, y la reversión de las expropiaciones o expoliaciones de
empresas por parte del Estado. En otras palabras, es necesario dar un giro de
180 grados en el manejo de lo económico. De no hacerlo, e insistir el gobierno
en mantener el camino errado de la inacción por temor a las consecuencias
políticas que los ajustes tendrían, sobre todo en un año electoral como 2015 en
el que se elegirá a los nuevos miembros de la Asamblea Nacional, podría tener
consecuencias catastróficas con desenlaces traumáticos en lo económico y en lo
político.
Tenemos por delante tiempos
irremediablemente muy difíciles. Si se aplican los ajustes necesarios, este año
tendremos alta inflación, recesión aún más intensa, desempleo y mayor pobreza,
pero si no se implementan estos las consecuencias serían aún peores y más
traumáticas.
Por: Pedro Palma
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