Se dice que la democracia es el
gobierno de las mayorías. Eso, quesoledad morillo belloso 2 suena bonito y
lógico, es empero un error de interpretación o, cuanto menos, un terrible
malentendido. La democracia, comencemos por aclararlo, no es un gobierno, es un
sistema político de organización social. Así las cosas, no es cierto que el
gobierno de turno se deba a esos electores que con su voto circunstancial le
otorgaron temporalmente el mandato. El gobierno -siempre e impepinablemente- se
debe a la totalidad de los ciudadanos a quienes, además, debe rendir cuentas. Y
debe hacer tan sólo lo que la constitución y las leyes (aquellas que cumplan
con los fondos y formas marcados por esa constitución) le ordenen. No se puede
presumir de tener República si no tenemos respeto absoluto por la democracia.
La una no puede existir sin la otra. Y ya en la concepción moderna no cabe el
pretender escudarse tras fabricados muros de discutible legalidad para
justificar la comisión de violaciones y delitos. No es aceptable ya alegar que
alguien de escala superior dio una orden. Si esa orden viola los preceptos
democráticos o es siquiera discutible legalmente, no es derecho de quien recibe
la orden el negarse a cumplirla, es un deber, una obligación.
Aclarado el punto, caemos en el tema de
obligación presidencial de rendir cuentas de su gestión cada año por ante la
Asamblea Nacional y los ciudadanos. Poco debe importar si una tendencia
partidista tiene mayoría en las curules. Si bien se entiende que el Presidente
haya aprovechado la oportunidad para transmitir un mensaje que incluya su
visión política, ello no explica ni excusa el que por varias horas haya
escurrido el bulto de su deber de rendir cuentas a la nación. Para hacerlo no
precisaba presentar gráficos complicados y llenos de colorínches. Tenía que
decirle a todos los ciudadanos el detalle de qué se hizo durante todo el año,
cada bolivar y cada dólar recibido y gastado y cuál es el resultado de cada
inversión realizada. Se llama Memoria y Cuenta precisamente porque el
presidente tiene que poner en blanco y negro todo lo que hizo, por que lo hizo,
cuánto nos costo. Hacer memoria y rendir cuentas, presentar examen. Si por
desgracia resultó que fue un mal año, es inconstitucional y antidemocrático
recurrir al expediente de callar, que fue exactamente lo que el Presidente
hizo. Y más allá, su silencio maquillado de gritos y consignas incluyó el no
anunciar las medidas económicas impostergables para paliar la asfixiante
crisis. Dirán algunos que soy una ingenua, que eso estaba “de anteojito”. No es
asunto de ingenuidad, sino de entender que si damos por sentado que el gobierno
va a hacer lo que le da la gana y lo aceptamos como un hecho consumado, estamos
renunciando a ser Republica, a tener democracia y a ser ciudadanos.
Resultó extravagante, como de
película de Almodóvar, que fuera Francisco Rodríguez, CEO para la Región Andina
del Bank of America, quien en un programa de tv transmitido por Globovisión nos
dijera a los venezolanos cuál es el resultado del ejercicio de 2014 y nos
adelantara el listado de las medidas económicas que seguramente el gobierno
tomará. Rodríguez no es ministro ni asesor del gobierno; es el representante de
un banco internacional. Corre la especie sobre un “pool” de bancos nacionales e
internacionales que ofrecería al gobierno una fórmula y el financiamiento
necesarios para enfrentar la innegable crisis. Eso no está mal. Mal está que no
haya información formal oficial. Está mal, muy mal, saber de cómo estamos y qué
se podría hacer por boca de alguien que no es el presidente. No sabia yo que un
banquero, y en particular uno internacional, aunque sea por cierto un
connacional con no poca experiencia política y de gerencia pública, es un nuevo
vocero del gobierno. No lo entiendo mucho, pero si eso hace que los ciudadanos
estemos debidamente informados, ante el silencio de muchos decibeles del
gobierno, sea pues. El problema está en que mientras no lo diga y firme el
gobierno, el paquete de medidas no será legal. El gobierno siempre podrá
sumergirse en la negación. Temámosle a los gritos del silencio gubernamental.
Nada bueno traen.
Por: Soledad Morillo Belloso
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
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