No es seguro si hoy vivimos en
una era post-totalitaria. Pero si analizamos algunos nuevos movimientos veremos
que la pretensión de totalizar la lucha política frente a un enemigo absoluto
no ha desaparecido. En Francia, Marine Le Pen designa como enemigo total a la
oligarquía europea; Syriza a la Troika; Podemos a “la casta”, y en América
Latina, neo-dictaduras y autocracias intentan justificar violaciones a los
derechos humanos inventando una lucha total en contra del imperialismo
Cuando Hannah Arent publicó en
1951 su libro Los orígenes del Totalitarismo, las izquierdas europeas guardaron
un escandaloso silencio.
No es que el libro hubiese pasado
desapercibido. Todo lo contrario. Las editoriales hicieron un buen negocio. La
rigurosidad intelectual, el estilo preciso y lo novedoso de sus tesis
despertaron interés en círculos académicos. No así en los políticos.
Arendt dio a conocer su libro
durante el periodo de distensión entre la URSS y los EE UU.
Pese a reiterar que bajo Kruschev
y Brezhnev la URSS aunque dictatorial no era totalitaria, su libro no coincidía
con la imagen de "la heroica URSS" que salvó al mundo del fascismo.
Solo después de que en 1989 fuera
derribado el muro de Berlín, el libro de Arendt pudo aparecer en los salones de
la política. Hoy casi todos los comentaristas, incluso los que no lo han leído,
lo citan.
Doce años después de los Orígenes
publicó Arendt otro de sus clásicos: Sobre la Revolución. El éxito político fue
esta vez mayor. En momentos en los cuales el mundo parecía estar revolucionado
desde Vietnam a Cuba, aparecía un libro explicando la génesis y el sentido del
concepto revolución.
Aunque el libro está centrado en
la comparación de las revolución norteamericana de 1776 y la francesa de 1789
muchos "revolucionarios" creyeron encontrar en él una fuente teórica
de inspiración.
A pocos se les ocurrió que entre
el libro de 1951 y el de 1963 podía haber un nexo. Si se hubieran dado cuenta
habrían captado que Sobre la Revolución era, desde el punto de vista político,
aún más escandaloso que el libro sobre el totalitarismo.
Mientras el primer libro se
ocupaba del "fenómeno" totalitario, el segundo nos dio a conocer a su
matriz. Esa matriz se encuentra, según Arendt, en los tópicos más radicales de
la revolución francesa, algunos de los cuales cristalizarían en el bolchevismo
y en el nacional-populismo.
Comparando a la revolución
norteamericana con la francesa, descubrió Arendt que mientras la primera solo
intentó cambiar un orden político, la segunda nació conteniendo la patología
representada por un enemigo meta-histórico.
Y bien, ese es precisamente el
punto que une a la revolución jacobina, con la bolchevique y con la fascista.
Mientras la norteamericana fue una revolución que tuvo lugar en un marco histórico
determinado, las que le siguieron nacieron para derrotar a enemigos
"universales".
Los jacobinos soñaban con la
destrucción del "antiguo régimen". Los bolcheviques con el fin del
capitalismo. Los nazis con el fin del judaísmo. Las tres configuraban a un
Enemigo Total frente al cual no cabían concesiones.
El totalitarismo que surgió de
las revoluciones bolcheviques y nacional-socialista necesitaba de un Enemigo
Total y ese solo podía ser enfrentado con un Estado Total. El Terror de la
guillotina, los campos de concentración nazis y el Gulag soviético solo fueron
los instrumentos de ese Estado Total.
No es seguro si hoy vivimos en
una era post-totalitaria. Pero si analizamos algunos nuevos movimientos veremos
que la pretensión de totalizar la lucha política frente a un enemigo absoluto
no ha desaparecido.
En Francia, Marine Le Pen designa
como enemigo total a la OLIGARQUÍA EUROPEA, Syriza a la TROIKA, Podemos a LA
CASTA, y en América Latina, neo-dictaduras y autocracias intentan justificar
violaciones a los derechos humanos inventando una lucha total en contra de EL
IMPERIO.
La lógica meta-real del
totalitarismo continúa existiendo. La tentación totalitaria comienza con la
gramática totalitaria.
Por: Fernando Mires
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