lunes, 15 de junio de 2015

LA CONJETURA DE LA DESTRUCCIÓN

Es un sentimiento que mezcla dejadez y desesperanza, lo que se respira en el país de la dictadura chavista de Maduro y Cabello.

Nuestros destinos, en las manos de los herederos de un desastre el cual están convencidos que hay que multiplicarlo y profundizarlo. Todas sus decisiones y sus indecisiones son desastrosas y la gestión de la crisis, ésta que engendró Chávez, se hace despreciando la más mínima concertación y huyendo del más elemental sentido común.


Sin duda una brutalidad que traduce la debilidad de quienes dirigen los destinos de los venezolanos.

Atrás quedaron las nociones de ideología y militancia política, para entrarle de manera frontal a una ruptura moral y cultural. Un drama, que lleva consigo el ADN de la izquierda venezolana, cuya ambigüedad ante la represión y el fin de las libertades, van de la mano con las insensatas razones que llevaron a socialistas y comunistas venezolanos a hacer todo para que Chávez alcanzara el poder.

Luego la dictadura echó raíces y ya la interrogante de la legitimidad jurídica y política, de la Junta, no se plantea. Es una evidencia que no hay gobierno y no sólo por incapacidad manifiesta. Nada se hace en el sentido del interés común.

Ante ese escenario de destrucción, vuelven al país, líderes extranjeros, en el ocaso de sus carreras políticas a plantear la necesidad de un fantasmal diálogo y de unas enésimas elecciones.

Mientras el país entero, vive sumido en la estrategia del escenario artificial, que raya en lo caricatural si no fuera por lo dramático de la situación que padecen actualmente los demócratas venezolanos.

La llamada guerra económica es el más falso de todos los actos de la administración Maduro. Controlar la inflación, detener la devaluación de la moneda, abolir todos los controles, relanzar la productividad, promover la industria privada y la libre competencia, sigue siendo un problema esencial.

Bajo la fachada de una falsa voluntad de enfrentar los males que afectan al país, la dictadura esencialmente actúa por reflejo ideológico. Alimentándose por el sectarismo odioso de la izquierda y animada por ese poder cobarde que solo se preocupa por sus cálculos destructivos.

Así se resume la historia que ilustra al actual régimen. Un agente extranjero, nos gobierna, mediante la mentira, la huída hacia adelante y una mórbida arrogancia. Altivez ésta que ha convertido al país en un enorme charco de sangre y ha hecho que la martirizada generación política de relevo, opte por la huelga de hambre, como herramienta de protesta si no definitiva, al menos de las más radicales que un ser humano pueda adoptar.


Por Luis DE LION

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