Cuando uno analiza la crisis que
sufrimos los venezolanos, unos más, otros menos, y trata de racionalizar sus
causas, caemos en la conclusión de que todo esto puede ser causa de la
incapacidad del Gobierno de hacer frente a las circunstancias, porque, de no
ser así, tendría que ser a propósito la cosa. El Gobierno nos dice que se trata
de una conspiración, “la guerra económica”. La mayoría piensa que solo trata de
exculparse. Y muchos creen que todo es parte de un plan, incluso el crimen. “No
pueden ser tan torpes”, pensarán.
La crisis: Estamos ante la peor
devaluación que haya sufrido la moneda en su historia, cayó a 421 el Viernes
pasado (repóngale usted los tres ceros que le quitaron al bolívar, y eso son
Bs. 421.000 por cada billete verde), tapareada por demás por un cambio ficticio
de 6,30 bolívares por dólar que sostiene al supuesto “bolívar fuerte”; sufrimos
la mayor tasa de inflación del mundo, amén de los más altos índices de
criminalidad y corrupción del planeta; nos ahoga una escasez de hasta el 80% en
productos básicos y medicinas que nos lleva a hacer cola por todo; somos
sometidos a constantes cortes de agua y luz; estamos limitados en nuestra
capacidad de viajar por un racionamiento irracional de divisas; y lo que es
peor, resulta que somos culpables por consumistas y “bachaqueros”, si es que no
se inventan las más ridículas. incluso “cantinfléricas”, excusas.
Entre bolas y anuncios: Las
medidas, cuando las hay, solo empeoran las cosas. Los mensajes nos hacen entrar
en pánico; y los rumores nos atormentan. Tantas interrogantes deprimen:
¿Disminuirán los cupos para viajeros nuevamente?¿Desde cuándo Sicad no adjudica
un dólar? ¿Alguien ha podido acceder al Simadi? ¿Será cierto o falso que
venderán los carros en dólares, porque ya los boletos aéreos parecen estar a
200? ¿Y los repuestos, será verdad lo que dicen? ¿O será que viene una
devaluación, con la eliminación del cambio a 6,30, como algunos dejan colar,
entre otras medidas cambiarias? ¡¿Y cómo es eso de los militares presos?!
¿Entonces, la cosa no es tan monolítica como la pintan? Dicen que más vale
estar en el piso que andar colgando, pero los venezolanos estamos guindando.
Racionalizando: Si le buscamos
una explicación lógica, el desplome en los precios petroleros explica mucho. No
hay suficientes divisas para las importaciones, es cuestión de oferta y
demanda, nos decimos. Además, no hay confianza en la gestión del Gobierno, en
la moneda, ni en la revolución, la gente no ahorra en bolívares porque de nada
les vale, literalmente, y demandan dólares. Los compromisos internos desbordan
la capacidad del Fisco que lo que hace es imprimir billetes para tapar el hueco
(léase déficit fiscal), sin darse cuenta del otro hueco que abre (INPC). Cuando
la inflación interna supera la de los EE.UU. en 100 enteros, es lógico que la
moneda se devalúe 100%. Y seguimos condonando deudas, extendiendo descuentos
por las facturas petroleras y brindando auxilios externos como si fuésemos una
Venezuela saudita, mientras las reservas internacionales caen a un mínimo
histórico e histérico. ¡Ah! Y la corrupción se lleva lo que queda, ¡y dele! La
lógica dice que lo que sufrimos es producto del modelo y la ineptitud, agravado
por las circunstancias y la indolencia.
Lo irracional: ¿Y si no, y si
todo esto es a propósito? ¿Y si obedece a otra racionalidad? El “Manifiesto
Comunista” estableció un patrón para toda revolución marxista, precisando diez
pasos para la destrucción del modelo capitalista: (1°) ¡Exprópiese! la
propiedad privada, (2°) aplíquense impuestos progresivos, (3°) elimínese el
derecho a la herencia, (4°) confísquese la fortuna de los emigrados y rebeldes
(léase la oposición en exilio y la disidencia, a quienes se le monta un
parapeto legal), (5°) centralícese el crédito en bancos del Estado (¿Será la
migración de tarjetas para “cupos Cadivi” parte de ello?), (6°) nacionalícense
los transportes, (7°) créense fábricas nacionales (léase empresas de producción
social), (8°) decrétense ejércitos industriales (léase milicias), (9°)
articúlense las explotaciones agrícolas e industriales para ir borrando
gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad (¿Será con Agropatria y
los gallineros verticales o los cultivos hidropónicos?), y (10°) sométase la
educación pública a un régimen combinado con la producción material, por lo
cual el Ché acuñó el término “hombre nuevo”.
Efectivamente, parece que
estuviéramos siguiendo ese plan casi al pie de la letra, apalancado por demás
en una estrategia goebbeliana. El dólar
a 400 sirve para angustiar a algunos y el de 6,30 sirve para alimentar la
dependencia de otros. El diferencial cambiario incentiva la corrupción y las
corruptelas. Corrupción cuando los allegados al Gobierno reciben dólares
baratos y los venden a 400 (dicen que esa fue la causa del alza experimentada
la semana pasada, grandes compras de dólares en Cúcuta con bolívares mal
habidos); corruptelas cuando alcanzan solo a comprarlos a 200, o,
sencillamente, cuando “bachaquean” desde leche hasta gasolina, gracias a las
distorsiones que crean los subsidios y la política cambiaria. La crisis sirve
para muchos fines. Y si le sumamos la criminalidad producto de los colectivos
armados (¿Armados por quiénes?), las bandas y los “pranes” que dirigen las
cárceles y los secuestros desde adentro, tenemos a un país encerrado y
paralizado por el pánico. Y lo más triste es que quien pueda movilizarse, en
lugar de salir a votar, se va.
Ni lo uno ni lo otro, sino todo
lo contrario: Como dicen que dijo CAP, no es por El Niño, ni por La Niña, sino
por una mezcla de circunstancias que degenera un efecto dominó. Habrá quienes
piensen que esta crisis les conviene, y tendrán sus razones, ya sea porque
están haciendo una fortuna o porque el caos somete a la sociedad. Habrá quienes
crean que siguen fielmente los postulados de Marx y Engels, y así parece. Así
que –en buena parte– es a propósito. De todo esto, capaces son, dirán, pero
debemos reconocer que incapaces también lo son.
Por Francisco J. Quevedo.
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