viernes, 15 de mayo de 2015

EL ESPEJISMO DE LAS PARLAMENTARIAS

“De tanto ir y venir
hice una huella en el campo
y para el que después anduvo
ya fue camino liviano”


Atahualpa Yupanqui


Lloramos contigo Argentina

¿Qué tiene que ver Argentina con una entrega dedicada al tema electoral venezolano?

Mucho o poco, eso lo veremos a lo largo de este suelto, de cualquier modo esa nación a un tiempo deslumbrante y contradictoria nos inspira y recuerda con Atahualpa Yupanqui (que viene de lejanas tierras a decirnos algo) que de tanto ir y venir, la huella de la historia debería hacernos más conscientes y concebir un más liviano camino hacia la libertad.

Lloramos con Argentina porque así como ella tuvo su Perón que la arruinó, nosotros tuvimos a Chávez que no sólo nos arruinó sino algo muchísimo peor, nos dividió, corrompió y pervirtió por completo.

Además lloramos con ella porque si esa prodigioso país, que parió esas centellas humanas que son Borges, Cortazar, Sábato, Facundo Cabral o a Messi, (el niño prodigio -y consentido- de la historia del fútbol) no pudo zafarse de la perversión populista, ¿cómo lo haremos nosotros?

¿Con unas elecciones parlamentarias?

No lo creo.


  
El espejismo de las parlamentarias

Borges escribió sus ficciones; la mesa de la unidad democrática (MUD) las padece. Pensar que unas elecciones parlamentarias nos liberarán de la lepra chavista es un espejismo.

Peor aún, si se asiste a ellas sin exigir un carajo, permitiendo que el corrupto chavismo acomode a su antojo -otra vez- los circuitos electorales y olvidando que la lucha no debe ser por “ocupar espacios”, sino por reivindicar la libertad y los valores democráticos tan transgredidos e irrespetados estos años.

El siglo XX comenzó con jóvenes como Betancourt y Gallegos intentando establecer una democracia en Venezuela, solicitando condiciones electorales justas; un siglo más tarde trágicamente estamos en lo mismo, pero sin un Betancourt o Gallegos que exijan nada de nada.

No creo en la abstención, tampoco en la espejismo electoral. Como activista de la lucha noviolenta creo que hay que votar, pero hacerlo exigiendo y luchando por condiciones electorales justas, y en cualquier caso, reivindicando la victoria, cobrando, cosa que fatalmente temió hacer Capriles, imperdonable actitud que menoscabó el ánimo de votar del venezolano.

Las elecciones parlamentarias dejarían de ser un espejismo si la unidad se comprometiese a hacer el trabajo completo: exigir condiciones, participar y ganar, y si ocurriese el fraude, que ocurrirá seguro, organizarse y movilizarse para reivindicar la victoria, sin miedo.

Eso marcaría la diferencia.



El final del túnel: la movilización y la protesta

Sábato escribió El túnel y el magistral Sobre héroes y tumbas sin presagiar que su alucinante literatura podría tener tanto significado para la actual Venezuela.

El final de nuestro “túnel”, el punto culminante en el cual nuestros “héroes” sellarían la “tumba” del chavismo, podrían ser las elecciones parlamentarias si exigimos y logramos -con movilización y protesta- condiciones electorales justas.

Esas condiciones no sólo asegurarían nuestra victoria, abrirían la oportunidad para una gigantesca rebelión popular que ocupase o amenace con ocupar alcaldías, gobernaciones y poderes públicos (TSJ, AN, Fiscalía, etc.) si el régimen cometiese fraude…, que igual lo hará: ¿alguien confía en unas elecciones manejadas por Cabello o la hiena Rodríguez?

Una elección fraudulenta es causa legitima de desobediencia civil y de rebelión noviolenta. La Declaración Universal de los Derechos Humanos lo permite, la Constitución de Venezuela lo exige (artículo 350).

La movilización política hacia los poderes públicos, para ocuparlos, es la manera que tiene un pueblo (el poder constituyente) para cambiar un poder constituido tiránico y corrompido.

Lo hizo Gandhi o Luther King, ¿por qué no habríamos de hacerlo nosotros?



La rayuela del fraude

El fraude electoral en Venezuela existe. Las elecciones como están planteadas son un engaño. No me refiero al fraude electrónico solamente, me refiero al fraude que ocurre con el uso desproporcionado, arbitrario e ilegal de los recursos del estado para beneficio de la dictadura. Las condiciones electorales son negadas y el proceso electoral en sí está amañado. El fraude es incuestionable.

Ni Vicente Díaz se podría atrever a negarlo, al menos no a mí.

Tuve una participación directa en las elecciones de la reforma constitucional de 2007. En aquella ocasión nos organizamos -y movilizamos- para reivindicar nuestra victoria. Fue la única oportunidad en la que le metimos una soberana pela a Hugo Chávez. Estábamos dispuestos a todo, si no aceptaban los resultados íbamos a ocupar la mayor cantidad de poderes públicos del país, nos habíamos organizado para hacerlo de manera pacífica y no violenta. El gobierno lo supo y cedió, los vencimos.

Igual nos amenazaron de muerte, pero no flaqueamos, Leopoldo López a la cabeza. El triunfo había que reivindicarlo y lo hicimos.

Anunciada la derrota, Chávez no tuvo más remedio que aceptarla. Eso sí puso sus condiciones: la oposición tenía que admitir que la diferencia había sido menor al 1% y no entre el 6% y el 8% como decían las actas.

Vicente Díaz fue el vocero de la exigencia del sátrapa, la reunión fue en el hotel Tamanaco al día siguiente de anunciados los resultados. Yo estaba presente. El rector nos dijo que si no aceptábamos el mínimo margen señalado por Chávez corríamos el riesgo de que éste solicitara una auditoría de todas las actas y el resultado cambiara a favor del régimen, que lo dejáramos así, que ya habíamos ganado.

El “acuerdo político” fue aceptar la exigencia. Lo cierto es que el resultado final de la votación se adecuó a lo solicitado por el dictador no a la realidad.

La oposición aceptó y nunca ventiló los verdaderos resultados, no quería pelear, al fin había ganado unas elecciones contra Chávez, lo dejaron así.

¿No es eso a su modo un fraude?

El resultado final y exacto de esas elecciones nunca se supo, el CNE se prestó a la burda maniobra. Chávez aceptó perder con la condición de que no se supiera el amplio margen de su derrota.

Le pregunto a Vicente Díaz: ¿estoy mintiendo? ¿Las elecciones son fidedignas o se pueden arreglar? Yo vi una ocasión en la que se hizo.

En Venezuela los números electorales se marcan en el piso para pisotearlos como la rayuela de Cortazar, otros los brincan según les conviene.

La única manera de que la oposición gane una elección es con movilización política y presión social. Si no las hay, el régimen nunca aceptará los resultados.

Nunca.



Caminante no hay camino, se hace el camino al andar

Capriles fue un caminante sin camino ni siquiera se hizo camino al andar, se extravió y despreció la voluntad del pueblo de Venezuela que lo hizo presidente. Su duda causó estragos en la disposición ciudadana para votar, que, como cantaba Facundo Cabral, está cansada de que lo traten como pendejo.

El dilema es votar o no votar.

Yo creo inequívocamente que hay que hacerlo, eso sí, con la inquebrantable disposición de exigir condiciones electorales justas y prevenidos para movilizarse y rebelarse masivamente ante un fraude electoral, que, como hemos dicho, ocurrirá seguro.

Entiendo que la agonía nacional es agobiante, que la sequía y la hambruna -democrática- nos frustra y desespera, que la falta del agua refrescante y revitalizadora de la libertad nos tiene desesperanzados y hasta moribundos, pero pregunto: ¿qué pasa con quien se cansa?

Sabemos que pierde.

Messi, otro argentino centellante y genial, es uno de los que lucha sin descanso. No le gusta perder. Libra barreras y obstáculos, si lo derriban se levanta, si lo intentan detener se moviliza y esquiva, da lo mejor de sí, lucha hasta vencer.

¿No podremos hacer nosotros lo mismo no por un juego sino por un país?

Las parlamentarias son una buena oportunidad para lograrlo. No sería un espejismo, sería una realidad de protesta y movilización nacional, de rebelión popular ante el perenne fraude chavista.

Después de todo, si no queremos seguir llorando con Argentina, tendremos que andar, tendremos que movilizarnos, tendremos que rebelarnos. Es la hora de la definición.

La victoria es nuestra, siempre lo ha sido, hay que reivindicarla.

Todos los caminos conducen a la protesta y a la presión social, tarde o temprano tendremos que rebelarnos de manera noviolenta.

Que sea más temprano, ya ha sido demasiado tarde.

Por Gustavo Tovar Arroyo

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