Al final, cualquier acción que
emprenda el gobierno tiene que ver con la libertad, o con coartarla, mejor
dicho. La última prueba de ello es lo que hicieron con la “asignación” de
dólares para viajeros y para compras por Internet del común de la gente.
Para entender esta afirmación hay
dos palabras clave. La primera, “asignación” porque ahora es una decisión del
gobierno cuánto y cómo debe una persona gastar su dinero en comprar divisas. Y
la segunda es “común”, porque los enchufados no dependen de una cuota anual,
gastan dólares a diestra y siniestra. Son más de cuatro millones de empleados
públicos que obtienen dólares cada vez que les viene en gana.
Lo que nos lleva a la siguiente
reflexión. Varios han sido los expertos que han afirmado que la nueva
providencia del Cencoex afecta a la clase media. Ese es el “común” de la gente
que suele aspirar a viajar en algún momento del año. Lo que hay que aclarar es que
los dólares que “asigna” el gobierno no son regalados, sino que pertenecen a
las personas objeto de esta medida.
Y afirman que es en contra de la
clase media porque es la que está compuesta por profesionales con cierta
capacidad de ahorro y formación educativa, que puede decidir sobre su tiempo
libre y el de su familia porque se lo gana después de un año de arduo trabajo.
Al decirle dónde y cómo debe
gastar su dinero destinado al descanso y a la recreación se está limitando la
libertad de decisión. Y hay que estar claro, libertad con límites no es
libertad, así como democracia con límites no es democracia. No se puede pensar
en visitar a un familiar o en un viaje por razones médicas. Cualquiera que sea
la motivación para viajar a otro país, aunque sea una vez al año, es legítima
porque los ciudadanos deberían tener plena libertad para gastar su dinero como
les plazca.
Pero el despotismo llega a
mayores con pequeños detalles como dar solamente a los niños el “derecho” a dólares en efectivo. Y eso que ya
era difícil para un anciano viajar si no contaba con tarjeta de crédito.
Entonces fue cuando salieron
tarifados como ex ministros y ex ministras, diputados y funcionarios de alto
rango (de esos que no necesitan Cencoex para viajar) a aplaudir la medida, a
afirmar que el gobierno no debería subsidiar los viajes de la clase media y que
no hay razones para que la gente estudie idiomas en otros países. Una diputada
chavista que ha avanzado en la política gracias a sus sutilezas seductoras es
la abanderada contra la clase media.
Lo más probable es que como estos
personajes no tienen la costumbre de trabajar duro como profesionales para
darse los gustos, opinen de esta manera. Saltar de no tener aspiraciones a
vivir del gobierno hace que se distorsione la manera de pensar de cualquiera.
Debemos insistir en que la
libertad a medias no es libertad. Y si
un venezolano trabaja y quiere pasear con su dinero (que no se lo roba al
erario público como hacen los chavistas), está en su legítimo derecho. La
ineficacia de un gobierno no puede ser el obstáculo.
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