Rafael Rojas, historiador cubano
radicado en México, afirma que la izquierda en nuestros días tiene una actitud
religiosa ante la política, imbuida de un espíritu de predicación cristiano.
La izquierda pasó “de la crítica
a la apología” (véase De la crítica a la apología. La izquierda
latinoamericana entre el liberalismo y el populismo). Pareciera que la herencia
racional y libertaria es menos atractiva que el dogmatismo estalinista y
maoísta del culto a la personalidad, el populismo y el dogma como certeza de la
acción.
En estos días el mito que
convierte al pueblo chavista en el pueblo elegido, en términos del Antiguo
Testamento, es el imperialismo estadounidense como causa última de todos los
males nacionales, falta de harina de maíz y de repuestos para electrodomésticos
incluida.
Se miente la verdad.
Por supuesto que Estados Unidos
ha invadido países, pero lo que ocurre en Venezuela desde el punto de vista
económico es culpa de la revolución, no del gobierno estadounidense. Sólo el
tiempo dirá las implicaciones del decreto de Barack Obama, pero a corto plazo
conectó a un gobernante de baja popularidad como Nicolás Maduro con la historia
épica de aquellos que serían capaces de inmolarse por la historia de su pueblo,
así sus políticas causen la destrucción de sus países.
Sin embargo, hay otros mitos de
la izquierda venezolana (algunos de vieja data) difundidos incluso desde la
universidades nacionales. Y hay otros mitos recientes que vale la pena al menos
esbozar aquí, pues habría que revisarlos con mucho detenimiento en el futuro y
para bien de las futuras generaciones.
1. Los opositores son de derecha.
En la oposición hay activistas LGBT, feministas, promotores de la diversidad
cultural, ecologistas, lectores de Boaventura Santos y Roberto Mangabeira
Unger. En el chavismo tenemos gente como Freddy Bernal, quien acaba de decir
que si un policía es homosexual no debe demostrarlo vistiéndose de rosado y
pintándose los labios y mandó a las “locas” al mundo de la cultura. ¿Quién es
más “de derecha”? Los altares al difunto Comandante Chávez y su mirada por todo
el país tampoco parecen el colmo de la iconoclasia tan pregonada por la
izquierda de otras épocas. Las palabras izquierda y derecha, en caso de
considerarlas vigentes como categorías políticas y teóricas, deben tener un
contenido más sustantivo que ser o no ser chavista
2. Los venezolanos hemos sido
unos peleles que hasta 1998 fuimos tratados como títeres por Estados Unidos.
Tal como indicó en un programa de radio reciente el historiador venezolano
Elías Pino Iturrieta, semejante inexactitud histórica nos sólo nos deja muy mal
parados como sociedad sino que ignora nuestras responsabilidades en cuanto a
gobiernos y políticas, amén de nuestras realizaciones civiles y democráticas.
No puede suponerse la ignorancia como requisito para la igualdad y el cambio
social.
3. Los saqueos de 1989, el famoso
sacudón, constituyeron una rebelión popular antecedente de la Revolución
Bolivariana. En todo caso es antecedente del abuso de autoridad, la violación
de los Derechos Humanos y el latrocinio, presentes en la revolución. Los
centros comerciales de las zonas acomodadas no sufrieron ningún daño y murió
gente inocente víctima de las fuerzas de seguridad del Estado y del malandraje
alzado y armado. Fue la fiesta del robo y la impunidad, de la destrucción del
patrimonio de mucho comerciante honesto, la apoteosis del aguardiente, la
parrilla y los electrodomésticos gratis, saqueados por forzudos varones que
tenían de todo menos hambre.
4. En Venezuela hubo gobiernos
neoliberales. Gobierno con políticas neoliberales hubo en Chile, no en
Venezuela. En 1988 Jaime Lusinchi se fue de Miraflores con 60% de popularidad y
con las reservas internacionales mermadas, entre otras cosas, por haberlas
dispuesto para subsidios, medida populista por excelencia. El gobierno de
Carlos Andrés Pérez privatizó empresas como CANTV, que funcionaba pésimo, pero
dejó en paz a PDVSA porque en Venezuela los gobiernos no se deshacen de su gallina de los huevos de oro. Además, CAP
fue objeto de dos golpes de Estado y fue sacado por juicio de la presidencia, no tuvo tiempo para
aplicar a fondo el “recetario neoliberal”.
5. La UCV fue cerrada en los años
setenta del siglo pasado porque Rafael Caldera era un derechista, fascista,
malvado, títere de USA. El cierre de la Universidad Central de Venezuela fue un
error gravísimo, porque por definición una universidad siempre tiene que estar
abierta. Fue una política provinciana, estúpida, autoritaria y paternalista del ex-presidente Caldera
quien, en vista de que la UCV era el único lugar importante en el que su
política de pacificación no funcionaba, decidió mandar a los ucevistas a sus
casas. Pero la razón, que nunca justificará el cierre, fue otra, no la que dice
la izquierda en el poder: un montón de chamos y profesores querían seguir con
la fracasada guerrilla puertas adentro y apelando a la autonomía universitaria.
Profesores que eran jóvenes y díscolos en esa época le han contado a quien
escribe estas líneas que andaban armados en la universidad. Caldera prefirió, a
la venezolana, que pagaran justos por pecadores y dejó sin la UCV al país por
años, lo cual sin duda ensombrece su gestión. Pero de ahí al mito media una
buena distancia. Ahora bien, hay que reconocer que este mito tiene la bondad de ser la única
razón por la que el gobierno no ha allanado las universidades nacionales e
impuesto rectores interinos: ha preferido otros garrotes menos evidentes.
6. Los cuarenta años de
democracia representativa (1958-1998) fueron una época de barbarie absoluta.
Esta conseja fue la favorita de la izquierda de las universidades nacionales y
se transmitió intacta, hasta el punto de que la Oposición la repite. Al
respecto hay que evaluar los logros en políticas públicas, la legitimidad
electoral y la construcción de instituciones democráticas tanto como hay que
evaluar el populismo, el clientelismo,
el rentismo y la corrupción que llevó a pique el modelo bipartidista.
7. Los guerrilleros de los 60
fueron unos ángeles patrióticos y revolucionarios. Aunque gente como Teodoro
Petkoff, Pompeyo Márquez y Américo Martín son unas lumbreras democráticas en
este momento, ellos mismos han reconocido que la lucha armada fue un grave
error. Muchos intelectuales y escritores que respeto y admiro se cuadraron con
una guerrilla pro-soviética y procubana, por lo tanto autoritaria en sus
objetivos, que tomó las armas contra un gobierno electo por votación popular.
Ledezma y López no han hecho nada parecido y sin embargo están presos. Las
violaciones de Derechos Humanos de los gobiernos adecos de la época son
inaceptables, tan inaceptables como los crímenes que la guerrilla cometió; pero
los miembros de ésta no eran hippies pacifistas: estaban armados y llevaron a
cabo la invasión de Machurucuto con apoyo cubano, lo cual no constituye
precisamente el colmo del respeto a la soberanía nacional.
8. Para entender nuestro
continente hay que leer la biblia del fracaso como redención: Las venas
abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. Al respecto sólo tengo un
comentario: el propio Galeano no quiso llegar al final de su vida con semejante
cargo de conciencia y reconoció que había mentido e inventado con todo descaro.
Mientra tanto, ha disfrutado de los derechos de autor y de la fama que le dio
su panfleto.
Razón tiene el intelectual
búlgaro-francés Tzvetan Todorov cuando afirma que el comunismo es una religión
con más de ciento cincuenta años. La “disciplina de la mentira” (Raymond Aron)
se convierte en entrenamiento para el hacer. Y cuando no hay más remedio que
apelar a ésta, se pervierte para transformarla en demagogia. A esto llamó la
filósofa Hanna Arendt “mentir la verdad”.
Frente a los mitos hay que oponer
el pluralismo ideológico y político, la fuerza de la investigación y la
creación de conocimiento, el debate de alto vuelo. Ninguna otra misión
trascendente tiene la labor humanista en Venezuela: en el futuro las
universidades no podrán ser los templos donde el mito adquiere legitimidad y
solvencia.
Por Gisela Kozak Rovero
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