martes, 3 de marzo de 2015

A KLUIVERTH ROA, “EL HIJO INFINITO…”

He tratado de recordar que me pasaba por la cabeza cuando tenía 14 años.  Me vino a la mente el corre corre y como trataba de rendir el tiempo entre el colegio, las clases de ballet, el piano, los amigos y los pocos ratos libres que aprovechaba para montar bicicleta o ir al cine. Luego me ubico en los 14 años de mis hijos, y pienso lo diferente que fue para ellos, que casi se graduaron de bachillerato con un postgrado en ciencias políticas, observado la represión de los estudiantes, el  encarcelamiento y siguiendo muy de cerca el caso de Franklin Brito, por ejemplo,  caso que conocieron y que discutimos en varias oportunidades, hasta su fallecimiento. 
A sus 14 años, ellos no entendían del todo, porque su mamá participaba en tantas cosas,  pero en alguna ocasión me acompañaron a alguna marcha, y descubrí que se sentaban frente a la TV a ver las cadenas de Chavez, y llegaron a ser pequeños grandes analistas de sus palabras, dándose cuenta de cuán violento y lleno de odio podían ser sus discursos, porque así me lo manifestaban.  Su infancia y adolescencia fue totalmente diferente a la mía,  y como todos los muchachos de su edad, nunca tuvieron paz.
La corta vida de Kluiverth Roa tiene que haber sido igual.  Más en una ciudad como San Cristóbal, donde las calamidades diarias, como el secuestro, la extorsión, el desabastecimiento, sumado al conflicto político y social, deben haber marcado sus 14 años, sin que quizás entendiera mucho como y porque  llegamos a tener este país de caos que es Venezuela hoy en día.  Kluiverth no había nacido cuando llego el fallecido presidente Chávez al poder.  Por lo que no conoció otro gobierno que no fuera éste, tan lleno de odio, de ineficiencia e incapacidad para gobernar, pero sobre todo, tan discriminador. A penas seguramente empezaba a entender porque sus compañeros, los universitarios, han estado en las calles de San Cristóbal los últimos años exigiendo tantos derechos conculcados. Pero parece que si comprendió lo suficiente para decirle a su asesino, segundos antes de morir: “dejen ya la represión”.
Kluiverth Roa muere ejecutado por un policía nacional bolivariano, 9 años mayor que él,  que cuando se instaló éste proyecto de poder mal llamado “revolución del siglo XXI”  hace 15 años, sólo tenía 8 años.  Javier Moral (nombre del PNB) fue formado pues, bajo los parámetros de un sistema que ha enseñado a una pequeña parte de los venezolanos a enfrentarse con quienes disienten, a confrontar en vez de conciliar , a odiar en vez de respetar.   Ese es el nuevo hombre del que nos habló  quien se fue a la tumba, después de haber dividido, devaluado y empobrecido a Venezuela.  Algunos funcionarios de los organismos de seguridad han perdido el sentimiento venezolano de “los hijos infinitos” de nuestro gran poeta Andrés Eloy Blanco, y no les ha importado matarlos con una bala en la cabeza, desfigurarlos con perdigones a quemaropa,  torturarlos, maltratarlos y hasta violarlos.
Pero aún más grave es lo que dijo quien se supone es el presidente de la República y quien  debería ser ejemplo de respeto de lo que establece el ordenamiento jurídico, y quien se atrevió a vincular a un hijo de Venezuela, de tan sólo catorce años de edad, y que acaba de ser asesinado vilmente por un policía de la nueva PNB que el mismo gobierno creó,  a supuestas “sectas de la derecha”.  Cuando una persona no es capaz de al menos mostrar  respeto por el dolor ajeno, por los padres y familiares que supieron que a su hijo, que acababa de salir de su colegio, que ni siquiera estaba en medio de una manifestación, fue ajusticiado cobardemente delante de sus compañeros y vecinos, pidiendo clemencia, ésta persona no es digna de ser presidente de Venezuela. La obsesión de poder y  la siembra de odio para retenerlo, el  desconocimiento no sólo del disidente, sino de todos los venezolanos que no piensan como él, pareciera que no le dejan espacio en su corazón para la sensibilidad de conmoverse ante el dolor ajeno.
Este presidente no se leyó nunca “los hijos infinitos de Andrés Eloy Blanco”.  Por eso no le importa vincular a una “secta de la derecha” a un niño de 14 años, así como tampoco  le han importado las muertes de los otros 5 jóvenes que fueron asesinados la última semana, con tiros en la cabeza, ni los que fallecieron el año pasado asesinados por organismos de seguridad del Estado, como Geraldine Moreno o Bassil da Costa.  Yo quiero que aquellos que todavia defienden este proyecto de poder totalitario me digan si un gobierno que aprueba  una resolución que permite el uso de armas mortales en manifestaciones públicas  y no se inmuta cuando organismos de seguridad matan y torturan a nuestros jóvenes, son dignos de llevar las riendas de la nación.  Los hijos infinitos de tan sólo 14 años de edad no tienen colores políticos, y si los tuvieran, la Constitución Nacional les garantiza el ejercicio de sus derechos. Aquí, el único  que le ha llenado el corazón de odio a unos pocos que ahora actúan de forma violenta contra la población civil, contra sus propios compatriotas, es el gobierno nacional. El que siembra odio, cosecha tempestades. Y el 85 % de los venezolanos no queremos esa cosecha.
A Kluiverth Roa:  “Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.

Que Dios te tenga en su gloria, hijo…


Por: Tamara Suju Roa @TAMARA_SUJU

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