Al afirmar que Maduro es un error
y no decir, mejor, sobre su comportamiento errático, lo hago para deslindar
culpas.
Hablar de comportamiento errático
implica un hacer, que al final termina en una suma de equivocaciones. Pero por
lo visto, lo que no hay siquiera hasta el presente, en Maduro, es lo primero,
el hacer. Habla y habla, peor aún sin ángel ni carisma. Y su credibilidad rueda
por los pisos y se empeña en que lo vean, sobre todo los suyos, como un error
histórico.
Cabe decir, incluso así, que si
Maduro es un error, él deriva de otro, el de su causante o progenitor político,
Hugo Chávez Frías. ¿Acaso mal aconsejado por los hermanos Castro?, no lo creo.
Sabemos que en su deshacer político priva la altanería, creerse un iluminado
(como lo afirma Fidel en 1998). Y quienes en política sufren de ese mal de
alturas a nadie oyen, menos escuchan.
Maduro, en fin, es un error pues
obtiene la presidencia por vía testamentaria, haciendo mudar la Constitución
por esa escribanía a su servicio que es la Sala Constitucional. Sus adversarios
en casa, en primer término los desconocidos como herederos por Chávez, dicen
que todo es culpa del Maduro, por dilapidar la herencia. Y la verdad es que se
trata de una herencia envenenada que el heredero recibe sin condiciones, sin
declarar que la acepta a beneficio de inventario. Y ese es su primer error.
De modo que no siendo culpable sí
lo es, por su falta para desnudar la herencia recibida ante el país y sus
revolucionarios de utilería. Luis Herrera, al obtenerla dijo sin ambages
recibir un país hipotecado; no obstante lo cual la opinión le cobra el viernes
negro. Pero así son las cosas en la política, y sus miserias.
En el caso de Maduro cabe
agregar, no obstante, que si bien es el heredero que carga con la mala herencia
de su progenitor político, estuvo allí a su lado, más cerca que cualquier otro,
forjando ese patrimonio público que transforman ambos en queso gruyere. Fue
diputado, jefe parlamentario, cabeza de la Asamblea tanto como la Primera
Combatiente, Canciller perpetuo por encima del tiempo de duración de sus pares,
en fin Vicepresidente. Lo que al cabo permite decir que es heredero de sí
mismo, de la obra mala que junto a su jefe procura para tragedia de Venezuela.
Quiero decir con esto que por ser
un error Maduro persiste en lo que es, sin propósito de enmienda. Mal puede
explicarle a los venezolanos, menos a nuestros observadores extranjeros, el
milagro al revés que hace la Revolución Bolivariana. Trae esta al suelo patrio
los lingotes de oro de la república – único soporte real para acceder a algún
empréstito de emergencia – y a la vez se traga 1.176 millones de millones de
dólares, dejando como saldo ruinas por donde se mire.
De modo que, la contumacia
reactiva de estos días, obra de sus culpas y omisiones propias y ajenas, lo
lleva a hablar de guerras económicas e intentos de golpe que acaso son partos
de viento. E imagina un supuesto Tucán artillado que viene desde el extranjero
para acabar con su herencia de hilachas, mostrando, antes bien, la miseria
igual de nuestra Aviación. ¡Ya ni aviones tiene, y ha de acudir a agencias de
alquiler para rentar un equipo que le permita expulsar del Palacio de Misia
Jacinta a su inquilino de circunstancia, el error de Maduro!
Sigue errando, en fin, sigue
acumulando torpezas por no saber y menos poder darle al timón de la república
un golpe de timón que la saque de su atolladero, de su barrena.
La guerra económica, los golpes
de imaginación y las torturas a López y Ceballos no llenan anaqueles en los
mercados y farmacias. Sólo se resuelve el asunto cambiando de modelo,
enterrando la antigualla de fracasos que es el comunismo del siglo XXI.
El aparato productivo y
comercial, lo sabe Maduro, es un cementerio, consecuencia de las políticas de
confiscación y expropiaciones sistemáticas que junto a Chávez ejecuta a la
manera de un paredón virtual; como el levantado por sus malos consejeros, los
Castro, en La Habana de los años ’60, cuando asesinan a 8.160 cubanos
opositores. Son el Raúl y el Fidel quienes hoy, viendo lo que nos pasa, ponen
pies en polvorosa.
Lo cierto es que mientras caza
brujas Maduro la inflación vuela por la estratósfera, y dólares no hay para
comprar lo que se necesita y urge para sobrevivir. Los pocos que hay rompen la
barrera oficial de 170 bolívares, según el Banco Central, incrementando la
carestía y la escasez. Al paso, si la actividad criminal de suyo se dispara
desde 1999, dándonos el honor de ser el país más violento del Occidente, no
cabe imaginarla sino enloquecida para lo sucesivo, en medio del cuadro de
orfandad en que se encuentra la nación, un rompecabezas.
Los errores se corrigen y quien
no lo hace sufre sus consecuencias. Es lo que lo que le ocurre a Maduro, un
craso error del chavismo.
Por: Asdrúbal Aguiar
@asdrubalaguiar/correoaustral@gmail.com
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