“Lo bueno de la política venezolana es que el
Carnaval es eterno, uno puede jugar a poner disfraces todos los días”. “Feyo”
Fulcado
“Carne vale”, es decir, adiós a la carne, es
el significado de la palabra Carnaval, fiesta cuyo origen se remonta a épocas
ancestrales. Así como están acá las cosas, sería menester ampliar la
denominación, pues hace un buen rato le hemos dicho adiós no sólo a la carne,
sino también al pollo, a la Harina Pan y la de trigo, adiós a tantos
medicamentos y no precisamente por mejorías, sino porque simplemente no los
hay. Pero, retomemos el asunto: Carnaval, esa festividad que se celebra antes
de la cuaresma, que tuvo su origen en aquellas fiestas paganas dedicadas a
Baco. Actualmente se trata de una celebración pública que tiene lugar
inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, con fecha variable (desde
finales de enero hasta principios de marzo según el año) y que combina algunos
elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en la calle. El Carnaval es
tiempo de libertad y libertinaje que fenece el Miércoles de Ceniza. Estudiosos
del tema nos muestran el Carnaval como ejemplo de lucha por la libertad o
cuando menos la válvula de escape para el oprimido, de las tensiones que genera
un año de opresión. Se trata de una fiesta cargada de rituales y símbolos,
donde la estructura social tiene un papel fundamental. Los románticos de siglos
pasados definían el Carnaval como una fiesta de tránsito entre el sueño-muerte
del invierno y el renacimiento-resurrección de la primavera.
Roberto González Echeverría, al
analizar la obra de Alejo Carpentier “El Reino”, nos retrata la festividad así:
“El Carnaval, con su rendición a los deseos de la carne, lo teatral y la
inversión gozosa de jerarquías... es ese el eje sobre el que pivota la
historia... el centro de la historia es la celebración, la alegría y el miedo
de acabar un ciclo y empezar el siguiente...”. Resulta una curiosa analogía el
cierre de la cita, la que nos recuerda el pensamiento de Antonio Gramsci al
comprobar que ciertamente, una verdadera crisis histórica ocurre cuando hay
algo que está muriendo pero no termina de morir y al mismo tiempo hay algo que
está naciendo pero tampoco termina de nacer... ¿O es que alguien pone en duda,
que a pesar de lo satírico, ridículo, irónico, grotesco y burlesco, -elementos
todos de uso carnestolendo, pero equipaje permanente de la Nomenklatura del
régimen- no nos encontramos en el epicentro de una crisis total? Crisis que se
inició con aquellos muchachitos -hace ya tanto tiempo- disfrazados de
militarcitos, en tanto los militares se disfrazaban de demócratas...Y ahora nos
encontramos con una comparsa desafinada que trata de imitar al que se fue
haciendo tan vigente aquella sentencia del viejo Marx -La historia se repite
siempre dos veces, primero como tragedia y después como farsa- que si no fuese
por lo perverso, nos llamase a la conmiseración. Pues esta charada en comparsa
del Golpe, el Tucano, el Magnicidio, vuelven a desenmascarar un régimen
disfrazado para ocultar realidades inocultables que brotan de sus resentidas
entrañas que se traduce en ese odio utilizado como estrategia política, odio
como catalizador que activa rencores y mediocridades, odio como pulsión
brutal...aunque lo adornen con corazones. Un régimen que juega al carnaval no
con agua sino con mentiras para disfrazar una tragedia ineludible que ya nos
alcanzó. Unos “papelillos y confetis” colocados en bancos suizos nos indican
que si bien hace 200 años la gente se burlaba de los poderosos en el carnaval,
hoy es exactamente lo contrario.
Vivimos en un eterno carnaval de
ideas, ofertas, promesas y otros falsos disfraces que desdibujan la verdadera
fachada y permiten al gobierno continuar con su particular mascarada....Sin
embargo, recordemos que Momo es el dios de la irreverencia y por eso fue echado
del Olimpo.
Y el próximo miércoles, cuando
veamos las cenizas en cruz en tantas frentes iluminadas, una vez más
asistiremos a un combate estético y ético entre la antipolítica y la
alterpolítica como alternativas para hacer frente a una política - más que tradicional, confusa -l cada vez
más hueca, vacía y con pocas respuestas
ante este marasmo... Entonces habrá llegado el momento de quitarse las
máscaras, pues… el carnaval se acabó.
Manuel Barreto Hernaiz
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