De política se ha escrito mucho.
Se ha hablado y comentado extensamente. No solo sobre la política como ciencia,
arte o pensamiento. También en cuanto a su ejercicio. Ello ha motivado curiosas
conclusiones que no por extravagantes, no dejan de ser ciertas. O al menos,
generan alguna perspicacia. Sobre todo, cuando resultan de interpretaciones que
han ganado en el terreno de la calle, en el espacio del pueblo, o en el ámbito
de comunidades que han padecido los maltratos de injustas decisiones tomadas,
precisamente, por causas políticas.
Tan contundente ha sido este
problema, que el escritor y poeta italiano, Arturo Graf, llegó a decir que
"la política es demasiado a menudo el arte de traicionar los intereses
reales y legítimos, y de creer otros imaginarios e injustos". También
Woody Allen, actor y escritor estadounidense, llegó a expresar que "la
vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema".
De modo que con apreciaciones de esta naturaleza, la noción de política de
alguna forma salió afectada de la situación alcanzada.
Sin embargo, sumado a la
resonancia de consideraciones de este tenor, cabe agregar la precariedad que
acusa el ciudadano de "a pié" sobre cultura política y que sin duda
ha tenido un directo impacto sobre la manera de cómo se ha comprendido y
ejercido la política. Particularmente, al momento que ha venido acentuándose la
corrupción vista como problema de gobierno. Por razones como ésta, Louis
McHenry Howe, político estadounidense, se atrevió a decir que "nadie puede
adoptar la política como profesión y seguir siendo honrado". O como
incluso lo manifestara Carlos Marx, filósofo y economista alemán. Él asintió que
"el poder político es simplemente el poder organizado de una clase para
oprimir a otra".
Por eso que para muchos, resulta
siempre bastante difícil hacer o ver compatible la política y la moral pues en
esencia, sus concepciones lucen antagónicas a la hora de valorar sus objetivos
inmediatos. Además, las tentaciones a las que incitan las nuevas realidades
toda vez que las apetencias y frivolidades traicionan y desvían sus primigenias
intenciones, enmarañan las inferencias que de adagios o sentencias populares
pueden hacerse. A pesar de que entre tantas dificultades semánticas y
dialécticas las diferencias de acepciones son motivos de fuertes rivalidades
culturales y hasta de índole social, no hay duda de que este tipo de
consideraciones tiendan a verse de doble y hasta de triple sentido. De ahí que con cierta recurrencia, sigue
pensándose que los avatares de la política fungen como razones para desairar su
significación por lo que muchas veces se ha especulado sobre su valor. O quizás
ello ocurre porque sigue viéndose a ¿la política en entredicho?
Antonio José Monagas | EL UNIVERSAL
antoniomonagas@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página.
@Mivzlaheroica