Han sido estos días tan pródigos
en escandalosas revelaciones -que han puesto de relieve el despotismo, la
descomposición y la baja moral del cogollo rojo- que hay quienes se preguntan
si tales señales no presagian el fin de los tiempos para un régimen que se ha
quitado la careta para mostrar su catadura represiva, dejando constancia de sus
atropellos contra la democracia ante testigos de excepción como los ex
presidentes Andrés Pastrana de Colombia, Sebastián Piñera de Chile y Felipe
Calderón de México, presentes en el país para participar en el foro Poder
Ciudadano y Democracia de Hoy.
Al foro también estaba invitado
el ex mandatario costarricense Oscar Arias Sánchez, Premio Nobel de la Paz
1987, quien, por razones de salud, no pudo asistir. Sin embargo, quiso
exteriorizar por escrito sus opiniones respecto a lo que sucede en Venezuela,
mediante una carta que se leyó en el evento. Obviaremos el execrable proceder
de quienes (¿Maduro, Arreaza, Cabello, Padrino?) impidieron que Pastrana,
Piñera y Calderón dispensaran una visita a Leopoldo López, para glosar apenas
unos aspectos de la misiva del ilustre tica que ocupó en dos ocasiones la primera
magistratura de su nación.
Arias comienza por preguntarse:
“¿Cómo se entiende que un sistema claramente antidemocrático haya logrado
resistir tantas presiones y continúe, al menos hasta hace poco, recibiendo el
apoyo del electorado?” Y él mismo suministra argumentos para responder a su
interrogante: “Dos piedras angulares de la supervivencia del régimen chavista
han sido el desempeño económico, sustentado sobre el comercio del petróleo, y
la popularidad de su líder (en su momento Hugo Chávez)”.
A partir de allí, la enjundiosa
epístola se adentra en el análisis de la pérdida, para Venezuela de una
monumental oportunidad para superar el atraso y la pobreza: “Ningún otro país
en años recientes ha dispuesto de mayores recursos con peores resultados. Ningún
otro gobierno ha dilapidado sus ingresos de una manera tan temeraria”.
No dejó de hacer énfasis en la
impudicia, megalomanía e ineficiencia que han caracterizado al régimen
chavista, en especial en su decadente -y acaso terminal- fase madurista, y así
lo reflejó al sostener que “no hay conspiración internacional que explique que
las colas para comprar harina o jabón duren dos días. Eso sólo se explica por
la existencia de un gobierno corrupto, ineficiente, dedicado al culto de la
personalidad y obsesionado con ocultar el fracaso de un modelo que ya no hay
forma de subvencionar”.
La carta constituye un paradigma
de compromiso humanitario e internacionalismo democrático. En ella se anima a
la oposición venezolana a que ejerza un liderazgo responsable y no se deje
seducir por apuestas extra constitucionales, con lo cual su talante de cabal
demócrata se exhibe sin ambages.
Para poner punto final hace
alusión a la bonanza petrolera y concluye: “Es hora de adoptar un régimen que
se sostenga, de una vez y para siempre, sobre valores democráticos”. Así de
sencillo, pero contundente.
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