La temeraria irresponsabilidad
con la que Nicolás Maduro y su equipo de gobierno están asumiendo la dramática
crisis política, económica y social generará mayores daños a nuestra patria.
No se trata solo de su evasiva
conducta frente a la caída del ingreso petrolero, sino su empeño en amarrarse a
las fracasadas recetas del castro-chavismo, con las cuales lograron dilapidar
la fabulosa suma de 700.000 millones de dólares de la renta petrolera de la última
década, más la nada despreciable suma de 150.000 millones de dólares de
endeudamiento; sino la destrucción del aparato productivo interno, por su
obsesiva persecución a la iniciativa y propiedad privada.
Maduro es prisionero de un legado
empobrecedor, miserable e insostenible. Pero carece de la capacidad y el coraje
necesario para rectificar, y, por el contrario, se amarra con mayor fuerza a la
fórmula del populismo irresponsable para tratar de crear un espejismo, una
esperanza en un pueblo que cada día viene entendiendo cómo este camino nos
conduce a una pobreza y a una tensión cada día mayor.
Ese fue el eje central de su más
reciente discurso ante la Asamblea Nacional. Ha debido presentar una cuenta de
su gestión, un balance de sus logros. Todos sabemos que no lo hizo. Solo fue a
evadir su responsabilidad, a lanzar la culpa del desastre a otros. En ningún
momento tuvo la valentía de admitir el monumental fracaso de la estatización y
confiscación de miles de empresas y unidades de producción agropecuaria, hoy
convertidas en una muestra de la rapiña y la ineficiencia.
Tampoco informó sobre el
resultado de las investigaciones y de las acciones que su gobierno adelantó o
adelanta para recuperar las fabulosa suma de 25.000 millones de dólares, que
según el ex ministro del comandante, el señor Jorge Giordani, le robaron al tesoro
nacional a través de empresas fantasmas o de importaciones fraudulentas.
Maduro se presentó en el
Parlamento pretendiendo esconder la magnitud de la crisis. Tratando de crear la
sensación de que estamos tan bien que ha decidido aumentarles a los trabajadores
venezolanos 15% de su salario.
La inmensa mayoría de nuestros
trabajadores, sin ser expertos en ciencias económicas, saben que ese incremento
es una ficción. Que ese incremento nominal va a significar una mayor caída de
la capacidad de compra de dichos salarios, porque no hay ingresos reales, ni
producción interna de tal magnitud que respalde de manera eficiente ese
supuesto aumento.
La cúpula roja, con Maduro y
Cabello a la cabeza, piensan que engañan al pueblo de Venezuela con el supuesto
aumento salarial. Aun cuando el Estado y la economía nacional no tienen fondos
para asumir ese incremento, el objetivo de dicho anuncio era presentarse como
un gobierno preocupado por el ingreso de los trabajadores, cuando son los
responsables del deterioro de la capacidad adquisitiva del salario, hasta
convertirlo en el más paupérrimo del continente.
Continuarán expandiendo
irresponsablemente la masa monetaria, mediante la impresión de dinero
inorgánico; continuarán estimulando la devaluación brutal de nuestro signo
monetario, pero la propaganda oficial dirá que “la revolución les otorga
aumentos salariales a los trabajadores”.
Luego de los anuncios de este
enero, el país verá incrementar las colas, no la capacidad de compra de los
trabajadores. Crecerá la corrupción derivada de un sistema cambiario
estructuralmente promotor del fraude. Y para seguir evadiendo la realidad, y
continuar con el espejismo populista, ante la falta de recursos para importar
lo necesario, asistiríamos a la feria del saqueo a los pocos centros de
producción que subsisten, hasta liquidar totalmente nuestra agobiada economía.
Ya entonces el espejo del populismo habrá volado en mil pedazos, y tendremos
entre todos los venezolanos, con trabajo y disciplina, que reconstruir el país
que este fanático e irresponsable sector de la política criolla nos ha
destruido.
Por Cesar Perez Vivas
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