Nicolás Maduro anda tan perdido
como el hijo de Lindbergh. Le dio la vuelta al mundo sin saber que decir al
llegar a Caracas; parece un misterio la razón por que la Chávez lo designó
sucesor. ¡Qué mal manejó su viaje! Una ocasión para presentarse como un
estadista, asociarse con grandes figuras mundiales, terminó haciéndolo parecer
como un simple asomado. Pudo haber dicho desde el comienzo, “ando tratando de
subir los precios del petróleo”, prefirió sugerir que volvería con un montón de
plata; algo imposible. Es demasiado fácil comentar las contradicciones de
Maduro, ninguna tan patética como el miércoles pasado cuando envió un mensaje
desesperado, ¡invocó la ayuda de Dios! dijo que Dios proveerá. ¡Esa mención a
Dios no la hacía el general Francisco Franco!, ni el papa Francisco, con mayor
autoridad para hacerlo, se permite esa invocación tan cómoda al Creador.
Hablar de Dios después de
anunciar medidas económicas es confesar una impotencia mayúscula, casi le faltó
decir que ojalá nos agarre confesados Nadie imagina a Fidel Castro concluyendo
así un mensaje a la nación, lavándose las manos de las consecuencias de las
medidas económicas.
Los gestos de Maduro, sus
expresiones, revelaban que no quería llegar a la parte crucial, al anuncio de
las medidas.
¿Qué enemigo le prepara los
discursos a Maduro?
No dijo la única razón válida del
viaje: convencer a los socios de la OPEP y a Rusia de la conveniencia de
aumentar los precios del barril, ¡afirmó que andaba por el mundo en búsqueda de un montón de dólares, que
volvería de China o Arabia Saudita con las maletas llenas de oro!, algo imposible
porque ningún jefe de estado recorre el mundo como un mendigo; visita otro país
para darle un sablazo..
A la vuelta había creado la
expectación de anuncios espectaculares que nos sacaran de abajo sin tanto
trabajo. El miércoles no sabía que decir, alargaba y alargaba su discurso para
no llegar a los anuncios de cambios económicos. El hombre vacilaba, perdido en
el desierto y en un arranque asombroso de sinceridad afirmó que Dios proveerá,
porque lo que viene es eneas.
Maduro está más pesimista que sus
enemigos, vive convencido de que su gobierno no terminará bien, se olvida que
hasta los gobiernos malos sobreviven cuando la oposición es peor, se limita a
la verborrea y dentro del propio chavismo, nadie se atreve a darle un empujón
final al presidente. Es decir, la
inercia juega a favor de Maduro.
Y otra cosa, igual que a
principios de año ningún experto anunció la brutal caída del petróleo, ahora no
es imposible, pero bien poco probable, que ocurra lo contrario, si por ejemplo,
fracasasen las negociaciones de Estados Unidos con Irán y empezarán a r las
bombas en la región.
Maduro ruega cada noche por una
guerrita en los países árabes. Es el primer presidente sin un economista a su
lado y que confiesa de paso que pide la opinión a todo el mundo. ¿Qué confusión
tendrá en la cabeza!
Maduro afirma que Dios proveerá,
pero ¿Dios anda angustiado por el destino de Nicolás Maduro?
Pasará a la historia de las
revoluciones por sus palabras del miércoles. Esa revolución no es socialista,
ni materialista ni atea, ni nada. Es solo un invento de Chávez, igual que el
propio Maduro.
Por ahora Dios no provee ni carne
ni arroz ni nada, al revés los precios se han disparado. El diablo, no Dios,
oyó las peticiones de Maduro, parece que esto se pone cada vez peor, solo que a
Maduro, ya lo dijimos, lo ayuda la inercia. ¿Hasta cuándo?
Nicolás, deja tranquilo a Dios,
aprende el oficio de presidente. Por ahí dicen que eras un pésimo.
Fausto Masó
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